“Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.” 1 Corintios 2:9
Una tarde pasé por la estación de combustible. Mientras llenaba el tanque, se acercó un muchacho de unos dieciséis años, que vendía limpia parabrisas. Insistía en que eran muy buenos.
Aunque me encantan los autos, ¡no se casi nada de ellos! Sé que hay que cambiar el aceite y poner combustible, pero no sé nada de mecánica ni de ningún accesorio. El joven parecía muy seguro de que tenía justo lo que yo necesitaba. Hablamos unos minutos. Yo no estaba segura de comprarlos, así que llame a mi novio (ahora mi esposo). El me dijo enfáticamente. ¡No los compres!. Le respondí que el muchacho hacía eso para vivir, que él decía que servían para mi vehículo y que tenía cara de bueno.
El joven me convenció, y me vendió su “buen producto” a un precio muy elevado. No me duro mucho tiempo, ¡y lo peor de todo es que el limpia parabrisas me rayó el vidrio! ¡Que desilusión! ¿Acaso ya no se puede confiar en nadie?
Debo confesar que no había sido la única vez que he caído en “esas trampitas comerciales”.
Tal vez no me criaron para desconfiar de la gente. Pero prefiero pensar que estoy hecha para otro tipo de mundo: el de la confianza. Un mundo donde las personas no caminan con miedo por las calles, ni les ponen seguro a las puertas. Anhelo ir a ese otro lugar que Dios nos ha reservado. El nos ha prometido: “Nunca más se oirá en tu tierra violencia, destrucción ni quebrantamiento en tu territorio sino que a tus muros llamarás Salvación, y a tus puertas Alabanza. El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna te alumbrará, sino que Jehová te será por luz perpetua, y el Dios tuyo por tu gloria, No se pondrá jamás tu sol, ni menguará tu luna; porque Jehová te será por luz perpetua, y los días de tu luto serán acabados. Y tu pueblo, todos ellos serán justos, para siempre heredarán la tierra; renuevos de mi plantío, obra de mis manos. para glorificarme” (Isa. 60:l7-2l).
Confiemos en Dios, y esperemos en la promesa de ese mundo por venir, un mundo donde reina la confianza.
María Teresa Chicas
Tomado de: Lecturas devocionales para Damas 2015 “Jardines del alma” Por: Diane de Aguirre