Habló diciendo: “Yo soy la luz del mundo”. Juan 8:12
Acostumbro levantarme de madrugada para orar en un rinconcito de mi sala. Me gusta leer la Biblia, repasar la lección de Escuela Sabática y preguntarle cosas a mi Señor. A veces recuerdo en oración a mis hermanos de iglesia, nombre por nombre, y también a los enfermos. Otras veces le pregunto a Dios por qué me puso en cierto lugar que no me gusta, o por qué permitió que pasaran por mi camino personas que me hicieron daño, El siempre me enseña algo especial.
Tengo un pajarito que me despierta con su canto particular, pero una vez yo tenía mucho sueño. Al oírlo dije: “Hoy no me levanto, será mañana”, pero me sobrevino un terrible pensamiento: “Si se tratara de un viaje de vacaciones y tuvieras que levantarte a la una de la mañana, estarías despierta a las doce, pero ¡para hablar conmigo tienes sueño!”. Corrí a pedirle perdón al Señor.
Mientras me dirigía a mi lugar de oración, miré las montañas a través de las ventanas. El cielo se veía iluminado: ¡era algo precioso! Con esa impresión me arrodillé y, tras pedir perdón, le pregunté que enseñanza me tenía preparada. Después de quince o veinte minutos terminé mi momento de comunión, sorprendida porque no había recibido respuesta, aunque él me había despertado para que habláramos.
¡A veces Dios usa cosas insignificantes para hablarnos! Cuando volví a mirar las montañas, el cielo ya no estaba iluminado; solo unos focos del alumbrado eléctrico permanecían encendidos sobre las montañas. Me levanté para corroborar lo que mis ojos me mostraban y, entonces, vi el reflejo de la luz de los faroles sobre los vidrios de las ventanas, parecían muchas lucecitas que provenían del cielo. Eran simples reflejos de las luces de los faroles. Se reflejaban en el vidrio de la ventana y parecía que estaban en el cielo.
Nuevamente Dios tenía una enseñanza para mí. Solemos dejarnos llevar por las luces de esta tierra, que son solo el reflejo de los faroles de la falsedad, y solo sirven para desviarnos de la verdadera luz. Cerciórate de que la luz que usas para alumbrar a tus hijos, a tu hogar y a tu iglesia sea la más pura, la más clara: la luz del mundo. Cristo Jesús. Usa solo la lámpara que no se apagará “Lámpara es a mis pies tu palabra,y lumbrera a mi camino» (Salmos 119:105)
Linda Rivera
Tomado de: Lecturas devocionales para Damas 2015 “Jardines del alma” Por: Diane de Aguirre