Matinal Para Adultos 2015 Para el: 30 mayo
«Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, este lleva mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer». (Juan 15: 5)
Las palabras de Jesús dirigidas al joven rico produjeron un fuerte impacto en los presentes: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme» (Mateo 19: 21). Se trataba de un joven piadoso, observador estricto de la Ley, preocupado por su salvación, que había descubierto en Jesús algo más que un maestro, puesto que lo llamó «bueno», un joven de quien se destaca que «Jesús, mirándolo, lo amó» (Marcos 10: 21). Era una futura promesa, un candidato singular para el discipulado y, además, era muy rico. Solo le faltaba una cosa para ser perfecto: desprenderse de su amor por las riquezas y adquirir un amor verdadero por Dios y el prójimo.
Jesús ya había hablado del ideal de la perfección poniendo como modelo la perfección de Dios, pero todavía no había dicho cómo conseguirla. De sus mensajes podemos intuir que la perfección se extrae de la Palabra de Dios, que guarda una estrecha relación con la observancia de sus mandamientos, que es la obra del Espíritu Santo en nosotros, que la perfección consiste en vivir unidos a él. Pero aquí, explícitamente dijo que la perfección se alcanza mediante el amor a Dios y al prójimo.
Debemos reconocer que la obra de Cristo respecto a nuestra perfección opera en dos direcciones convergentes: lo que él hace por nosotros (la perfección vicaria imputada) y lo que él hace en nosotros (la perfección vicaria impartida). Por la primera nos es atribuida la perfección de Cristo. Dios nos considera perfectos en él. Por la segunda, él nos comunica o transfunde su propia vida como un principio activo. Elena White dice al respecto: «Como el sarmiento de la vid recibe constantemente la savia de la vid viviente, así hemos de aferramos a Jesús y recibir de él por la fe la fuerza y la perfección de su propio carácter» (El Deseado de todas las gentes, pág. 630).
Parafraseando lo que Jesús dijo al joven rico: «Para ser perfecto, una cosa te falta: amar, como yo te he amado, si me sigues, implantaré en tu corazón ese amor». Pero, tristemente, aquella joven promesa se marchó. En realidad, el amor perfecto del cristiano es la perfección en acción. De ahí que «la verdadera santificación significa perfecto amor, obediencia perfecta, conformidad perfecta a la voluntad de Dios» (Los hechos de los apóstoles, pág. 565), únicamente posibles en Cristo.
Pide a Jesús que te ayude a amar a los demás.
Tomado de: Lecturas devocionales para Adultos 2015
“Pero hay un Dios en los cielos”
Por: Carlos Puyol Buil
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