«Oídme, Judá y habitantes de Jerusalén. Creed en Jehová, vuestro Dios y estaréis seguros; creed a sus profetas y seréis prosperados” (2 Crón. 20:20).
El reino de Judá se encontraba abocado a una invasión de los moabitas, amonitas y edomitas. Josafat y todo su pueblo oraron fervientemente a Dios, quien les respondió por medio del profeta Jahaziel: “No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios. […] Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, porque Jehová estará con vosotros” (2 Crón. 20:15-17). Mientras se dirigían a la batalla, Josafat dijo: “Creed en Jehová, vuestro Dios y estaréis seguros; creed a sus profetas y seréis prosperados”. La palabra del rey se cumplió plenamente. Los invasores fueron destruidos dejando un cuantioso botín de guerra.
La realidad del don profético en la Iglesia Adventista, tal como se manifestó en el ministerio de Elena de White, es una cuestión de naturaleza espiritual que confirma la majestuosa providencia divina. En los más de ciento setenta años años de nuestra historia, las palabras de Josafat se han cumplido cabalmente también en nosotros.
Tanto el testimonio de nuestros pioneros, que fueron testigos personales, custodios y jueces del don, como el de los analistas contemporáneos, que pueden evaluar su obra desde la perspectiva de más de un siglo y medio de distancia, todos son unánimes en reconocer que la Iglesia no sería lo que es sin esa providencial manifestación del don profético.
Arthur G. Daniells, presidente de la Asociación General de 1901 a 1922, dejó escrito un testimonio de la obra de Elena de White: “Durante quince años de los veintiuno que duró mi presidencia de la Asociación General, la Sra. de White fue mi principal consejera terrenal. […] Los grandes problemas que sus mensajes me imponían, provocaron veintenas de entrevistas personales, y ocasionalmente muchos mensajes de instrucción y amonestación y, a veces, de reprensión necesaria. […]
Ahora, en edad provecta, con la obligación de expresar solamente la verdad sincera y sobriamente, puedo decir que es mi profunda convicción que la vida de la Sra. de White trasciende por mucho de cualquier persona que yo haya conocido alguna vez o con la cual me haya relacionado. […] Fue la personificación del serio fervor en los asuntos del reino. Ni una sola vez le oí jactarse del misericordioso don que Dios le había concedido. O de los resultados maravillosos de sus esfuerzos. Se regocijaba de los frutos, pero daba toda la gloria a Aquel que obraba por su medio” (El permanente don de profecía, pp. 433,434).
Agradece hoy al Señor el don de profecía.
Tomado de: Lecturas devocionales para Adultos 2015 “Pero hay un Dios en los Cielos” Por: Carlos Puyol Buil