¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres! Salmo 31:19
Era el Jueves 1° de enero de 2004; un día muy ocupado. Lo pasé en la cocina. Como cada uno en casa se levantaba a horas distintas, preparé cada desayuno individualmente para que lo disfrutaran recién hecho y calentito. Cuando terminé, era hora de comenzar con el almuerzo. Estaba muy cansada, pero lo preparé. Además, recibimos la visita de los amigos de nuestros hijos que han hecho de nuestro hogar su “refugio”, y donde vienen a pasar horas eternas, sin la menor intención de regresar al suyo en tiempo razonable. También les serví según sus necesidades y antojos. Significó lavar platos seis o siete veces en el día.
Cuando pensé que podría dedicarme a otros menesteres, uno de mis hijos me recordó: “Mami, me estoy muriendo de hambre”. Como habían almorzado a diferentes horas y más tarde de lo acostumbrado, no había hecho cena, pensando que me libraría de ello. No tomé en cuenta el estómago de los adolescentes. Mi ilusión de lograr completar algún otro proyecto era solo eso… una ilusión. Otra vez intenté suplir las necesidades de cada uno. Luego, quise adelantar algunas tareas para el viernes, y me puse a hornear pan. Terminé cerca de las diez y media de la noche.
En medio del afán, pensé en lo agradable que sería escapar a donde nadie esperara nada de mí. Me encontré quejándome: “Me he pasado todo el día en la cocina, ¡estoy cansada!”. Y me pregunte’: “¿Te sentirías feliz si no tuvieras a tu familia cerca a quien servir?”. Agradecí a Dios por la bendición de tener a mis hijos cerca y poder servirles con amor, aun cuando eso significara cansancio y horas interminables dedicadas a ellos y a sus amistades, que no siempre valoran el esfuerzo de una madre.
Mi reflexión final a la noche fue esta: nuestro Padre celestial siempre está pendiente de nuestras necesidades. El suyo es un servicio bondadoso e individualizado. Está siempre atento a nuestro clamor. Si Dios se tomara vacaciones, ¡dejaríamos de existir! ¿Somos agradecidas con él?
Señor, gracias por tu constante cuidado y atención de nuestras necsidades. Gracias por las oportunidades de servir que me provocas, para que pueda ser más como tú. Amén.
Rhodi Alers de López
Tomado de: Lecturas devocionales para Damas 2015 “Jardines del alma” Por: Diane de Aguirre