«Luego Isaac la trajo a la tienda de su madre, Sara, y tomó a Rebeca por mujer y la amó. Así se consoló Isaac de la muerte de su madre». (Génesis 24: 67)
Abraham era ya muy viejo cuando hizo jurar a su mayordomo, Eliezer, que no tomaría esposa para Isaac de entre las mujeres cananeas, sino entre las de su propia estirpe. Fue así como Eliezer partió a buscar una esposa para el hijo de su amo. El siervo fue al pozo por la tarde, cuando las mujeres salen para llevar agua a sus casas y oró a Dios: «Jehová, Dios de mi señor Abraham, haz, te ruego, que hoy tenga yo un buen encuentro, y ten misericordia de mi señor Abraham» (Génesis 24:12). Entonces, apareció Rebeca, una joven de «aspecto muy hermoso» quien respondió a la prueba: solícita, dio de beber al mayordomo y también a sus camellos. Dios condujo al anciano hacia la hija de un sobrino de Abraham, respondiendo oportunamente sus oraciones.
Elena White dice: «Si alguna vez se debe buscar en oración la dirección divina, es antes de dar un paso que ha de vincular a dos personas para toda la vida» {Patriarcas y profetas, pág. 154). Eliezer explicó a los parientes de la joven el motivo de su viaje. Todos reconocieron que Dios había intervenido. Se ofrecieron presentes, y el mayordomo y la familia de Rebeca prepararon los esponsales. ¿Y ella? ¿Acaso no tenía nada que decir? Sus familiares le preguntaron: « ¿Irás tú con este varón?» Rebeca respondió afirmativamente. Su respuesta positiva reveló que también ella era una joven de fe: aceptó separarse de los suyos, marchar lejos para encontrarse con su futuro esposo e iniciar con él la maravillosa aventura del matrimonio bajo la dirección de Dios.
Por fin llegaron a Palestina. Rebeca hizo aquel largo viaje en silencio, orando, confiada en Dios. El relato nos cuenta que cuando ya estaban cerca del lugar, Isaac, quien había salido a dar un paseo por el campo, apareció en escena. Por fin, Rebeca e Isaac se encontraron frente a frente. La paciencia, la fe en Dios y la confianza en sus padres había dado fruto: juntos formarían una de las parejas más sólidas de la Biblia. Ahora había llegado el momento de entregarse el uno al otro: «Luego Isaac la trajo a la tienda de su madre Sara, y tomó a Rebeca por mujer y la amó. Así se consoló Isaac de la muerte de su madre» (Génesis 24: 67).
Dios conoce cuáles son tus necesidades. Quédate hoy con esta promesa: «Deléitate asimismo en Jehová y él te concederá las peticiones de tu corazón» (Salmo 37: 4).
Tomado de: Lecturas devocionales para Adultos 2015 “Pero hay un Dios en los cielos” Por: Carlos Puyol Buil