Es muy fácil percibir el mal aliento de otra persona, pero cuando sale de nuestra propia boca, casi nunca nos damos cuenta. La triste realidad es que a todos nos puede pasar en algún momento.

La causa son las bacterias en tu boca, que descomponen una proteína que libera aminoácidos ricos en azufre y dan lugar a la formación del metilmercaptano. Este gas se combina con el aliento y da como resultado el mal olor.

Existen otras sustancias químicas con olores desagradables, como el sulfuro de hidrógeno, que da olor a huevos podridos, y el sulfuro de dimetilo, que también puede producirse en nuestras bocas, provocando que alguien no quiera hablar con nosotros de cerca.

Para eliminar el mal aliento, tenemos que aseguramos de que no haya metilmercaptano, lo cual se puede lograr únicamente mediante una higiene bucal constante y profunda.

El mal olor no es lo único desagradable e insoportable que puede salir de nuestras bocas. En ocasiones las palabras también incomodan a quienes nos escuchan. Las críticas, los comentarios sarcásticos, los chistes de mal gusto, son algunos ejemplos de lo que puede «oler mal» en tu vida. Jesús dijo que lo que sale de nuestra boca brota en nuestro corazón. Si limpiamos constante y profundamente nuestro corazón, podremos experimentar un cambio genuino en la intención de nuestras palabras. Te recomiendo a Jesús, especialista en limpieza de corazones. Haz una cita con él a diario, por la mañana, la tarde y la noche. A cambio, te promete que tu modo de hablar cambiará. Comienza este mismo día el tratamiento. Ponte en contacto con él mediante la oración y verás cómo cambian las cosas en tu vida.

 Lo que sale de la boca viene del interior del hombre; y eso es lo que lo hace impuro. (Mateo 15:18).

Tomado de: Lecturas devocionales para Menores 2015
“Ciencia Divertida”
Por: Yaqueline Tello Ayala