«Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.» Mateo 5:10
Cierto día papá llegó a casa con una nueva religión, pero Cristo se quedó afuera. Para demostrar que él podía imponer la religión en el corazón de mamá, dijo:
-Desde hoy vamos a ser adventistas.
-¿Y eso qué significa? -preguntó mamá.
-No trabajar en sábado, comer carnes que Dios aprueba, estudiar la Biblia cada día y los sábados ir al templo muy temprano.
Fue difícil para mamá cambiar abruptamente sus costumbres, y aun más con un esposo severo e impaciente. Él le enseñó a leer la Biblia, pero usaba métodos toscos, antipedagógicos. Más de una vez la recriminó y la expulsó del estudio por no tener destreza en el manejo de la Biblia.
En esos años de “cristianismo”, les nacieron los primeros niños, a quienes pusieron nombres bíblicos: David y Esther. La tarea de mamá era intensa. Después de David y Esther, nacieron más niños, y el comedor se llenó con trece sillas. En la finca siempre había mucho trabajo; y este se incrementaba sobre todo en las épocas de siembra y de cosecha, pues mamá tenía que cocinar para su numerosa familia y para los empleados.
Ella testificaba de Cristo y era muy apreciada por sus vecinos.
Al pasar los años, el interés de papá por las cosas de Dios se esfumó. Como la semilla sembrada entre piedras o espinos (ver Mat. 13), y sin la presencia de Cristo en su corazón, volvió al mundo. Siguiendo con su costumbre de imponer las cosas, papá prohibió a mamá ir a la iglesia. Ella siguió guardando el sábado en casa, y a manos de papá sufría en silencio persecución por su fe. A quienes ella llamaba hermanos en la fe, papá los veía como enemigos.
En cierta ocasión, papá juntó todos los libros religiosos que encontró en casa y los quemó en la hoguera; pero en algún escondite, Dios reservó una Biblia y algunos himnarios, para que mi madre pudiera alimentarse espiritualmente a escondidas en el bosque.
Dios ha prometido que el que permanece fiel tendrá un galardón en el cielo. Esta esperanza mantuvo la fe de mi madre, y nos sostendrá a nosotras también en medio de cualquier dificultad que nos toque enfrentar.
Esther López
Tomado de: Lecturas devocionales para Damas 2015 “Jardines del alma” Por: Diane de Aguirre