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“Los curaré, les daré la salud” Jeremías 33:6
“¡Achís!” Te duele la cabeza, tienes la nariz tapada, te arde la garganta y te duele todo el cuerpo. No hay duda, tienes la misma gripe de siempre. O quizá tienes una nueva gripe. Los investigadores están a punto de rendirse en la búsqueda de una cura para esta enfermedad, porque cada vez que descubren un tratamiento, el virus muta, y cada vez hay más variantes de gripe. Pero justo ahora, tú te sientes terriblemente mal, y no te importa si es la misma gripe de siempre o una nueva.
Tras tu primer estornudo, tu mamá probablemente ponga su mano sobre tu frente, te tome la temperatura, sacuda la cabeza y te mande a la cama. Te dará una dosis de horroroso remedio para aliviar tus síntomas y te ahogará a base de líquidos. Las madres son geniales para estar a nuestro lado cando nos sentimos fatal. Y si mamá no puede solucionar el problema, te llevará al médico, y él indicará un medicamento más fuerte.
No todas las enfermedades son como la gripe. A veces, nuestras “enfermedades” son problemas como la preocupación, la soledad o la decepción. Y para estos problemas necesitas más que un antifebril o un antinflamatorio. Y aunque tu mamá pueda consolarte y acompañarte en estas situaciones, tú necesitas ayuda externa, no del médico de cabecera, sino de Dios, el Médico celestial. Él siempre está listo para ayudar, no importa cuál sea el problema; y con solo pedírselo puede darte la medicina adecuada.
Entonces la próxima vez que tu espíritu clame “¡Achís!” por una enfermedad que ni los antifebriles mamá puede curar, recuerda acudir a Dios, que tiene los remedios preciosos para tus mayores necesidades.
Tomado de:
Lecturas devocionales para Menores 2014
“En la cima”
Por: Kay D. Rizzo