«Si levantara el vuelo hacia el oriente, […] aun allí me alcanzaría tu mano» (Salmo 139: 9, 10)
Tengo un secreto que quiero compartir contigo: ¡Puedo volar! Puedo planear, ir en picada, incluso subir por encima de las nubes. Lo he hecho desde pequeña. No necesito avión, paracaídas, papalote, ni cometa. Tan solo extiendo mis brazos y vuelo.
Antes de que los editores eliminen esta página y de que tus padres envíen una dura carta a la casa publicadora, o antes de que mi esposo me declare loca, permíteme explicarme: Vuelo en mis sueños. Esos sueños son tan reales que cuando despierto y descubro que solo ha sido un sueño, me pongo triste.
Cuando tenía cinco años tuve un sueño tan vivido que cuando desperté salí volando por las escaleras de mi casa hacia donde mi padre estaba sentado leyendo el periódico. Mi papá me miró horrorizado mientras yo rebotaba, boca abajo, por las escaleras, yendo a parar a sus pies. Allí permanecí tratando de respirar y sin poder explicar lo que había tratado de hacer. Más tarde decidí que necesitaba una capa. Pero la sábana que me até al cuello no me ayudó para nada. También cuando salté del techo de la cocina fue un desastre, lo mismo que mi vuelo anterior. No me rompí ningún hueso, pero desde entonces limito mis vuelos a los aviones, o a mis sueños.
Esto me lleva a preguntarme si Dios en realidad quiso que los seres humanos volaran y si acaso el pecado nos ató a la tierra. No se puede negar que puso en nosotros la intención de remontar vuelo. Mucho antes de que Orville y Wilbur Wright lo lograran, muchos hombres ya habían soñado con volar. A finales del siglo XV uno de los más grandes artistas de todos los tiempos, Leonardo Da Vinci, esbozó complejos diagramas de paracaídas y helicópteros. El rey David, autor del texto de hoy, también soñó con volar.
El texto también nos recuerda que no importa dónde vayamos ni cuán alto volemos, Dios está ahí. Lo mejor de todo es que un día mi sueño de volar será una realidad, en el cielo. Y que la mano de Dios estará allí para guiarme. ¿Y tú? ¿Estás dispuesto a probar tus alas?
Tomado de: Lecturas devocionales para Menores 2014
“En la cima” Por: Kay D. Rizzo