«Mis maldades me tienen abrumado; son una carga que no puedo soportar» (Salmo 38: 4).
Stephen creció en las cailes de Nueva Delhi, la capital de la India. Antes de entrar a la escuela ya había aprendido a sobrevivir en las calles. Se especializó en el robo y la violencia. Escarbaba en la basura buscando comida y luchaba para encontrar un lugar donde dormir: bajo un puente o en portales. A los diez años, apenas recordaba a sus padres.
Sin embargo, aquel niño callejero dejó de ser un vagabundo. Alguien que trabajaba en un orfanato cristiano lo recogió. Stephen aprendió a leer y a contar. Se convenció de que si deseaba ser algo en la vida debía salir de la India. Con ese objetivo iba guardando todo el dinero que ganaba. Consiguió un visado de estudiante y se fue a Ontario, Canadá, donde estudió en la universidad. Se graduó y se fue a Vancouver para trabajar como maestro. En esa ciudad conoció a una joven y se casó. Stephen Sanders se hizo rico gracias a inversiones que realizó en el mercado de bienes raíces.
Viajaba por el mundo por negocios y placer y, en todo lugar que iba, se veía obligado a recordar sus raíces a causa de la gente pobre que encontraba viviendo en la calle o en chozas. Cuanta más miseria encontraba, peor se sentía por los millones de dólares que tenía. Después de más de veinte años de vivir rodeado de lujo, Sanders decidió hacer algo respecto a su pasado: entregar su fortuna para ayudar a los pobres.
Un día le dijo a su esposa: «Unicamente puedo manejar un carro, vivir en una casa, usar un traje a la vez. Solo puedo comer un poco de una asentada. No puedo tolerar el sufrimiento que se ve en el mundo sin hacer nada. Me siento culpable por tener tanto, mientras que muchos no tienen nada». Los dos decidieron quedarse con lo necesario para vivir desahogadamente, y utilizar el resto de su fortuna para ayudar a los necesitados.
Aunque Stephen no es cristiano, descubrió que se experimenta un nuevo tipo de felicidad al ayudar a los demás. En 1990 le dijo a un reportero de televisión: «Me sentí muy bien al descargarme del peso de la autosuficiencia. Hoy soy más feliz que nunca».
Tomado de:
Lecturas devocionales para Menores 2014
“En la cima”
Por: Kay D. Rizzo