Matinal Para Menores 2014 Para el: 13 agosto
«Pasa a Macedonia y ayúdanos» (Hechos 16: 9).
El capitán William Clark, superintendente de Asuntos Indígenas, estaba sentado en su escritorio una mañana de 1831 cuando cuatro indios que no conocían la ciudad de San Luis entraron a su oficina. Clark era el famoso compañero de Lewis en la expedición que llevó el nombre de ambos y que exploró el noroeste de Estados Unidos. El capitán Clark observó a sus visitantes, determinando que tres de ellos pertenecían a la tribu nez percé, y el cuarto a los cabezas lisas. El capitán les dio la bienvenida en su idioma, preguntando qué podía hacer por ellos.
«Estamos en una expedición de cacería», explicó uno de ellos. Clark estudió el impasible rostro de los indios. «¿No están ustedes muy lejos de su aldea?», preguntó. «Sí, nuestra cacería nos ha llevado a través de montañas, desiertos, ríos y praderas, hasta que hemos llegado hasta usted». «¿Hasta mi oficina? ¿Qué animal han estado persiguiendo que los ha traído hasta aquí?», preguntó Clark. «Hemos venido buscando el Libro del Cielo de los hombres blancos. ¿Puede usted ayudarnos?».
Clark se sorprendió. «¡Los paganos buscando la Biblia! ¡Increíble!», pensó. No se imaginó que la inquietud por conocer la Biblia hubiera llegado hasta las remotas tribus del noroeste, aunque el cristianismo se había ido introduciendo en las regiones montañosas desde hacía tiempo. Había algunos cristianos entre los iraqueses de las montañas Rocosas gracias al testimonio de los comerciantes de pieles franceses.
«Díganme, ¿cómo se enteraron ustedes del Libro del Cielo de los hombres blancos?», preguntó. «Una vez, hace tiempo, unos comerciantes se encontraron con indios que adoraban según sus creencias. Los hombres blancos les explicaron la forma correcta de adorar al Gran Espíritu. Aquellos comerciantes tenían un libro que contenía todas las instrucciones. Nos gustaría tener ese libro».
Al igual que el hombre de Macedonia que el apóstol Pablo vio en visión, aquellos indios habían viajado muy lejos para conocer más de Dios y compartirlo con su familia y amigos. Me pregunto si yo estoy dispuesta a compartir las buenas nuevas del amor de Dios con mi familia y con mis amigos de la misma manera. ¿Y tú?
(Continuará…)
Tomado de: Lecturas devocionales para Menores 2014
“En la cima” Por: Kay D. Rizzo
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