«El que tiene al Hijo de Dios, tiene también esta vida; pero el que no tiene al Hijo de Dios, no la tiene» (I Juan 5: 12).
A mi amigo Greg le encanta jugar al Monopolio. El y sus amigos juegan durante horas, siempre que su mamá se lo permite. El ganador (en caso que nunca hayas jugado) es el que hace más dinero. Greg se entusiasma cuando hace rodar los dados y mueve su ficha por el tablero sin caer en una propiedad ajena donde tendría que pagar un elevado alquiler. Pero lo que más teme es aterrizar en una casilla de las que tienes que tomar una tarjeta, porque algunas tarjetas dicen: «Vaya a la cárcel» o «Pague diez veces el número que muestran los dados». ¡Nada divertido! Cada vez que cae ahí desearía quitar todas las tarjetas negativas y dejar únicamente las positivas.
El Monopolio se parece mucho a la vida real. Nos gusta tomar decisiones, pero preferimos aquellas que no implican riesgos. Pero no sería justo eliminar las tarjetas negativas, pues no sería muy realista pensar que jamás nos sucederá nada malo en este mundo de pecado. Greg no puede evitar que le sucedan cosas negativas, ya sea cuando juega Monopolio o en la vida real. El invierno pasado tuvo amigdalitis, su mejor amigo se mudó lejos, y su gato fue atropellado. ¡Así es la vida! Pero gracias a Dios que nuestra vida es mucho más que un tablero de Monopolio donde suceden cosas al azar. En la decisión más importante de todas, la que tiene que ver con la eternidad, tú puedes escoger entre el cielo y el infierno, entre la vida y la muerte.
Jesús, el Hijo de Dios, murió en la cruz para que podamos vivir para siempre. Tarde o temprano debemos escoger una tarjeta: la de la vida. No existe riesgo alguno si escogemos a Jesús, pues «quien tiene al Hijo, tiene la vida». Lee nuevamente el texto de hoy, insertando tu nombre en el lugar apropiado. Luego haz esta oración: Padre, ayúdame a no olvidar que tu promesa de vida eterna no depende de lanzar unos dados, o de lo que diga una tarjeta, sino de mi decisión. Hoy quiero tomar esa decisión y aceptar a tu Hijo Jesús en mi corazón y en mi vida. Amén.
Tomado de: Lecturas devocionales para Menores 2014
“En la cima” Por: Kay D. Rizzo