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«Por sus acciones se conoce si un joven se conduce con rectitud» (Proverbios 20: 11).
El primer policía se puso en pie.
—Aquí no hay nada, sargento —dijo.
—¿Estás seguro? ¿No hay joyas en los bolsillos laterales? ¿No hay anillos escondidos en el fondo?
—No, señor. Nada.
Los policías se incomodaron aún más al no encontrar las prendas que buscaban.
—Mira, muchacho, no sabemos dónde escondiste las prendas, así que no te podemos llevar a la comisaría. Pero sabemos cómo encontrarte, y te estaremos observando.
Richard asintió con la cabeza.
—Recoge tus cosas y lárgate —le ordenó el sargento.
—¡Sí, señor! ¡Sí, señor! —dijo Richard mientras recogía sus húmedas prendas de vestir y las colocaba en la mochila, apenas atreviéndose a mirar a los policías mientras se marchaban de vuelta a sus autos. El se puso en pie, precisamente a tiempo para ver cómo los autos arrancaban a gran velocidad y se perdían en la distancia.
Pasaron dos semanas. Los vecinos comenzaron a acudir a la casa de Richard para decirle a su mamá que la policía había estado haciendo preguntas acerca de su hijo.
—¿Qué les dijeron ustedes?
—-¿Qué otra cosa podríamos decir? Que Richard es un buen muchacho y que nunca ha estado en problemas.
Después de un tiempo, la policía arrestó al verdadero dúo de ladrones. Sin embargo, gracias a aquel incidente Richard aprendió la importancia de tener una buena reputación. También aprendió otra valiosa lección: sin importar quién seas, ni tu edad, la gente te observa. Incluso los niños son conocidos por sus actos.
Tomado de:
Lecturas devocionales para Menores 2014
“En la cima”
Por: Kay D. Rizzo