«El mandará que sus ángeles te cuiden por dondequiera que vayas» (Salmo 91: 11).
Alex se asomó por una esquina del gran muro de piedra, estrenando su nueva arma secreta. Primero miró en una dirección, y luego al lado opuesto. Satisfecho de que Ralph no estuviera por los alrededores, salió de su escondite y se dirigió a la escuela por un callejón, tan rápido como pudo. Todo el valor que había reunido en la mesa del desayuno, se le había esfumado al llegar a la propiedad de los Anderson.
A Alex le gustaba su escuela. Se sentía como un chico grande porque caminaba solo las tres cuadras que separaban su casa de la escuela. Se sentía a gusto en el primer curso y con su maestro. Pero había algo que no le gustaba: Ralph. Ralph vivía en !a propiedad de los Anderson, detrás de aquel gran muro de piedra. Casi todos los días Ralph lo esperaba para asustarlo; así se divertía.
Alex casi había llegado al final de la propiedad de los Anderson cuando vio que Ralph salía del garaje. Casi al mismo tiempo, Ralph lo vio, y comenzó la persecución: Alex corría asustado, mientras que Ralph lo perseguía. Cuando Alex llegó al semáforo tuvo que detenerse. El color del disco y el tránsito estaban en su contra. Con gran temor, se sobrecogió pensando en lo que Ralph le haría cuando lo alcanzara.
Alex oró: «Querido Jesús, tú dijiste que enviarías a tus ángeles para que nos cuidaran y protegieran. Bien, ¡yo necesito urgentemente esos ángeles!». De repente, Alex se dio vuelta y enfrentó a su furioso enemigo. Sorprendido, Ralph frenó a escasos centímetros del rostro de Alex. Se miraron fijamente. Ralph lanzó un feroz rugido y caminó hacia atrás, sin dejar de mirar el rostro de Alex.
Utilizando un tono de voz elevado y amenazante, Alex gritó: «¡Ralph, vete a casa! ¡A casa, vete a casa!». No entiendo cómo los ángeles de Dios pudieron cambiar la actitud de Ralph respecto a Alex, pero lo hicieron. Ralph, el enorme perro pit bull, bajó la cabeza y se dirigió lentamente a la casa de su dueño. Jamás Ralph volvió a molestar a Alex. De hecho, se convirtieron en los mejores amigos.
Tomado de:
Lecturas devocionales para Menores 2014
“En la cima”
Por: Kay D. Rizzo