De diferentes maneras, Jesús enseñó y demostró que la Deidad está constituida por tres Personas divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Aunque no podemos explicar racionalmente esta verdad, la aceptamos por fe (así como todas las verdades reveladas en la Escritura) y, junto con Pablo, nos esforzamos por “conocer el misterio de Dios” (Col. 2:2). En otras palabras, aunque hay mucho que no entendemos, podemos esforzarnos por aprender más y más mediante la fe, la obediencia, la oración y el estudio.
Las tres Personas de la Deidad estuvieron activas en los momentos clave de la vida de Jesús. Sintetiza el rol de cada una de ellas en los siguientes eventos:
Nacimiento: Luc. 1:26-35
Bautismo: Luc. 3:21, 22
Crucifixión: Heb. 9:14
Cuando Jesús estaba por terminar su ministerio terrenal, prometió a sus angustiados discípulos que les enviaría al Espíritu Santo. Aquí vemos nuevamente a las tres Personas obrando en forma conjunta. “Y yo rogaré al Padre”, les aseguró Cristo, “y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad […]” (Juan 14:16, 17; ver también el vers. 26).
Jesús explicó que hay total armonía y cooperación entre las tres Personas divinas en el plan de salvación. Así como el Hijo glorificó al Padre demostrando su amor (Juan 17:4), el Espíritu Santo glorifica al Hijo revelando su gracia al mundo (Juan 16:14).
Piensa en otras verdades reveladas que son difíciles de comprender mediante el pensamiento racional. Al mismo tiempo, piensa en muchas cosas del mundo natural que también son difíciles de comprender. ¿Qué nos deberían decir estos misterios acerca de los límites de nuestro pensamiento racional y de la necesidad de vivir por fe? Comparte con tu clase las respuestas el sábado.
Lección de Escuela Sabática Adventista para Adultos
3er trimestre 2014 “Las Enseñanzas de Jesús”
Lecc. 1 Nuestro amante Padre Celestial