domingo , 15 junio 2025
Matinal Para Menores 2014

El gran Zac

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«Si condeno a morir a un malvado, y este deja el pecado y actúa bien y con justicia, y devuelve lo que había recibido en prenda o lo que había robado, y cumple las leyes que dan la vida y deja de hacer lo malo, ciertamente vivirá y no morirá. Puesto que ahora actúa bien y con justicia, vivirá, y no me acordaré de ninguno de los pecados que había cometido» (Ezequiel 33:14-16).

En cuanto se enteró de la llegada de aquel predicador a la ciudad, Zac supo que tenía que hablar con él. Durante meses había estado pendiente de las noticias que llegaban sobre aquel hombre, y de su fama cada vez mayor. Prácticamente se sentía identificado con él por la forma en que las autori­dades del país y los líderes religiosos lo trataban. Sin embargo, Zac sabía que allí cesaban los parecidos, ya que el predicador tenía algo que él anhe­laba y se había propuesto obtener.

«¡Apártense de mi camino!», ordenó, intentando abrirse paso a codazos. Pero nadie le daba paso. Más bien, los vecinos formaban una especie de ba­rrera, haciendo más difícil que Zac avanzara. «Actuando como de costumbre —pensó—. Pero no me detendrán». De repente, Zac se paró en medio de la calle. «Ya sé lo que voy a hacer», pensó. Se acordó de un árbol de sicomoro al que subía cuando niño cada vez que se sentía solo o maltratado.

Seguramente recuerdas el resto de la historia. Zac subió al árbol y Jesús pasó por debajo y le dijo que bajara. Zaqueo le entregó su corazón aquel día. Una bella historia ¿verdad? Pero el resto del relato no debe ser pasado por alto. Zaqueo, después de haber sido perdonado, no solo devolvió el dinero que había robado a sus vecinos, sino que lo devolvió multiplicado por cuatro. Esa fije la forma en que aquel gruñón se convirtió en don Zaqueo. ¿Te ima­ginas la sorpresa de sus vecinos cuando fue de casa en casa devolviendo el dinero? ¿Crees que la gente lo siguió tratando de la misma forma?

Recuerda la enseñanza. Fue necesario que Zaqueo cambiara para que los demás lo hicieran también. Si deseas que alguien que conoces cambie, pídele a Dios que te muestre primeramente qué cambios necesitas hacer tú. Quizá te sorprendas al ver los resultados.

Tomado de:
Lecturas devocionales para Menores 2014
“En la cima”
Por: Kay D. Rizzo

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