“Dame, hijo mío, tu corazón, Y miren tus ojos por mis caminos.” Proverbios 23:26
Era sábado por la mañana. Se había cantado la doxología y me encontraba sentada en la iglesia en el mismo lugar que acostumbraba. Cuando levanté la mirada vi frente a mí a un joven alto, de hermosa cabellera y ojos color café escondidos detrás de sus anteojos; era el director de jóvenes.
¿Por qué me quedé impactada? No era la primera vez que lo veía. Lo había visto cientos de veces, pero recuerdo como si fuera hoy ese minuto que marcó mi vida para siempre. Dios indujo mi corazón en la mejor de las aventuras, fue allí donde nació el hermoso sentimiento llamado amor.
Con el correr de los días la relación se formalizó, pero escuchaba en mi interior una voz constante que decía: “Recuerda que él anhela ser pastor”. No entendía plenamente lo que eso significaba, pero consideré que no era un obstáculo para continuar una relación que se había tornado hermosa y bendecida en mi corta juventud. Nuestra relación como novios se enmarcó en el estudio de la Biblia, la oración, la predicación y el servicio en la iglesia. Y así crecimos juntos.
En un mes de abril nos casamos y trazamos planes. Juntos emprenderíamos un viaje que permitiría que su sueño se hiciera realidad. En aquel momento todavía no entendía bien qué significaba ser “esposa de pastor”, pero estaba dispuesta a entenderlo.
Mi esposo ingresó al Seminario de Teología y cada fin de semana viajábamos al lugar de su práctica. Ahora éramos tres, ya había nacido nuestro primer hijo, lo cual nos complicó un poco más las cosas, pero Dios siempre estuvo con nosotros.
Querida amiga, puede ser que tu esposo no sea pastor, pero tú has sido llamada a ser una buena compañera. Si lo amas, te comprometerás a amar lo que él ama. Tal vez no sea lo que tú soñaste, pero será hermoso vivir el sueño de aquel a quien Dios puso a tu lado por la eternidad.
Hoy estoy segura de que ser esposa de pastor es servir al Señor dondequiera que él nos envíe, con todas las alegrías y vicisitudes que esto conlleva. ¡Señor, gracias por cumplir un sueño, que si bien en aquel momento no fue el mío, hoy disfruto con mi familia de servirte y estaré feliz de hacerlo hasta que tú vuelvas!
Blanca A. Vinueza Pasquel de Landeta, Ecuador
Tomado de: Lecturas devocionales para Damas 2014 “De mujer a mujer” Por: Pilar Calle de Hengen