Se llamaba Nabal y pertenecía a la familia de Caleb. Su esposa, Abigail, era una mujer bella e inteligente; Nabal, por el contrario, era insolente y de mala conducta. 1 Samuel 25:3.
Este era un casamiento desigual. Quizá no en creencias, pero definitivamente si en características personales. Lo bello e inteligente de la mujer se contrapone con lo insolente y la mala conducta del marido. ¿Qué hacía Abigail al lado de Nabal?
Seguramente, la respuesta la encontremos en la familia de Abigail, que por algún motivo -quizá la riqueza material del pretendiente- la entregó en manos de este oscuro personaje, que aparece en el relato bíblico para enseñarnos, por contraste, varias lecciones importantes para nuestras vidas.
David envía diez hombres, con todo el respeto posible, para pedir comida. La respuesta de Nabal es grosera, innecesariamente dura y fuera de lugar. Todos podemos tener un mal día, pero las respuestas duras no solucionan nada. Es lamentable, pero es común que ataquemos (innecesariamente) a quienes más cerca tenemos. Somos capaces de gritar a nuestro hermano, padre o esposa mientras hablamos por teléfono, con toda la delicadeza del mundo, con nuestro jefe. Es cierto que este último es el encargado de firmar el cheque con el que conseguimos el dinero para vivir durante un mes. Pero no es menos cierto que los otros seres humanos nombrados en el ejemplo son (o deberían ser, al menos) mucho más importantes, por lo que significan, quizá no en nuestras cuentas bancarias, pero sí en nuestras vidas.
Nabal es grosero gratuitamente. Ese comportamiento traerá obviamente una reacción de parte de David. Cuatrocientos hombres se alistan para la batalla (o sea, para la matanza). El insolente Nabal recibirá su merecido. No creo que hoy alguno de tus amigos maltratados organice un ejército de cuatrocientas personas para matarte, pero no tengo dudas de que una respuesta claramente dura podrá ocasionar la muerte de una amistad o la herida mortal del resto. Al día siguiente, cuando Nabal se da cuenta -por las palabras de su esposa- de la tontería que había hecho, tiene un ataque al corazón días después, muere.
Parece que cuando actuamos sin pensar y después conseguimos reaccionar sobre lo ocurrido, el corazón se nos paraliza frente a la magnitud de las consecuencias que produce nuestra acción. Durante este día, recuerda: «La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva hecha leña al fuego» (Prov. 15:1).
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014 “365 Vidas” Por: Milton Betancor