Como te rogué que te quedases en Éfeso, cuando fui a Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen diferente doctrina. 1 Timoteo 1:3.
Los primeros cristianos pudieron haber tenido poca estructura formal, pero probablemente no sentían necesidad de ella. Al fin y al cabo, Jesús vendría pronto.
Pero, Jesús no vino tan pronto como esperaban. Eso produjo problemas en la iglesia, que necesitaba ser atendida. Por consiguiente, cuando Pablo escribió sus epístolas pastorales (1 Timoteo, 2 Timoteo y Tito), tuvo que hacer frente a la creación de mecanismos para mantener el orden en las congregaciones.
El adventismo atravesó una experiencia similar. Ya en septiembre de 1849, encontramos que Jaime White abogaba por apoyo financiero para los predicadores del movimiento que viajaban, y por la necesidad de “suspender” a una mujer “de la membresía”. Luego, en marzo de 1850, en el contexto de comentarios referidos a alguien que él creía que Dios no lo había llamado a ser predicador itinerante, Jaime escribió sobre la necesidad de avanzar en “el orden evangélico”.
Las preocupaciones de su esposa parecían ser similares a las de él. En diciembre de 1850, ella escribió: “Vi que en el cielo todo estaba en orden perfecto. Dijo el ángel: ‘¡Mirad! ¡Cristo es la cabeza; avanzad en orden! Haya sentido en todo’. Dijo el ángel: ‘¡Contemplad y conoced cuán perfecto y hermoso es el orden en el cielo! ¡Seguidlo!’ ” Siguió hablando del fanatismo y de quienes habían sido desfraternizados por causa de su conducta inapropiada. Casi en la conclusión, observó que “si Israel [es decir, la iglesia] avanzaba constantemente y lo hacía según el orden bíblico, serían como un terrible ejército con banderas” (Manuscrito 11, 1850).
Las primeras preocupaciones de Jaime y Elena de White en cuanto a la organización parecen ser las mismas, esencialmente. Ambos temían que hubiese representantes escandalosos, fanáticos y no autorizados dentro del movimiento sabatario en ciernes. Entonces, de nuevo, los primeros años de la década de 1850 vieron un rápido crecimiento en la cantidad de personas atraídas por la lógica de la predicación de los sabatarios. En tres cortos años, los adherentes al movimiento se habían ampliado, de unos cien, a más de dos mil en 1852.
Si bien ese crecimiento era bueno, también trajo consigo problemas y desafíos nuevos. Sin otra estructura superior en el orden congregacional, por ejemplo, los grupos dispersos de sabatarios llegaron a ser presas fáciles para fanáticos y predicadores no autorizados.
Ayúdanos, Padre, a aprender a apreciar el valor de la estructura en tu obra, así como lo hacemos en nuestra vida personal.
Tomado de: Lecturas devocionales para Adultos 2014 “A menos que Olvidemos” Por: George R. Knight