«Secará todas las lágrimas de ellos, y ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor» (Apocalipsis 21: 4).
«No olvides sacar la basura». Si tienes entre ocho y trece años, es probable que escuches esta frase frecuentemente. Lo cierto es que sacar la basura es una tarea nada envidiable. Bolsas agujereadas, asas que se rompen, restos de líquidos que gotean… Cuando Jesús nos lleve al cielo, la basura será una de esas cosas pasadas que, como dice el texto, dejarán de existir.
En el jardín del Edén no había nada parecido a la basura. Sin embargo, cuando Adán y Eva pecaron, Dios creó un sistema de eliminación de desechos. En realidad, sería más adecuado describir su plan como un programa de reciclaje. Sin él, el mundo no tardaría en cubrirse de basura.
Utilizando tu imaginación, da un paseo por una zona arbolada. Con cuidado, recoge un puñado de tierra del suelo. En ese puñado hay unos treinta mil millones de bacterias. Estas bacterias son las que provocan la descomposición de las hojas, las ramitas, las flores, los frutos, las semillas y los restos de animales que caen sobre el suelo del bosque. Si observas el puñado de tierra a través de un microscopio, verás los más de mil animalitos que viven en él.
La tierra del bosque es como un libro de historia. La capa superior está formada por las ramas y las hojas del último año. En la siguiente capa hay ramas y hojas antiguas, parcialmente descompuestas por las bacterias y los hongos. La tercera capa se llama humus, que es el primer estrato de lo que realmente denominamos tierra. En esta capa viven animales como los áca ros, los ciempiés, las lombrices, y toda clase de insectos. Si escarbas un poco más hondo, descubrirás que la tierra está llena de agujeros, túneles y madrigueras que hacen que el suelo del bosque parezca una alfombra esponjosa y blanda.
En la tierra nueva no habrá muerte ni tampoco basura. Las plantas, las flores, los árboles, los animales y las personas vivirán para siempre. ¿Has imaginado alguna vez qué sucederá con un ramo de flores que hayas recogido si la muerte no existe? ¿Y con las hojas que caen, si es que allí se caen? Algunas personas dudan de todas estas cosas. Piensan en el sistema de reciclaje de la tierra como la única opción que Dios tiene. ¡Menuda insensatez! Si Dios puede conquistar la muerte, si puede reconstruir las moléculas del cuerpo de una persona fallecida, entonces tú y yo, y nuestros amigos que dudan, podemos dejar este pequeño problema de limpieza en manos de Dios con total seguridad.