Cuando David llegó a Nob, fue a ver al sacerdote Ajimélec, quien al encontrarse con David se puso nervioso. -¿Por qué vienes solo? -le preguntó-. ¿Cómo es que nadie te acompaña? 1 Samuel 21:1.
A veces somos tan cuidadosos con los objetos que nos olvidamos de las personas. Antes de que alguien se enoje y comience el día pecando por mi culpa, me gustaría repetir la idea con otras palabras, Cristo murió por los seres humanos y nos dio símbolos para recordar su amor por nosotros; no es correcto invertir estos elementos.
La de Ajimélec es la historia del sacerdote que, para suplir el hambre del futuro rey, le dio a comer los panes de la mesa de la proposición, que habían sido retirados. Aprovechando la historia, pensemos: ¿qué es más importante, saciar el hambre de una persona o cumplir un ritual religioso?
En muchas oportunidades, nos escondemos detrás de los rituales y los formalismos para no hacer lo que tenemos que hacer; quizá porque hacerlo nos colocaría en un compromiso (que no nos interesa) con el prójimo.
Cuando Cristo habla con los seres humanos en el Juicio final, momento representado por el relato de Mateo 25 a partir del versículo 34, él no habla de rituales sino de acciones en favor del prójimo: dar de comer a los pobres, visitar a los enfermos y a los que están en las cárceles, dar agua al sediento… Cristo los recompensa por haber hecho cosas pequeñas, que generalmente son pasadas por alto.
Cuando nuestra religión se vuelve meramente un rito, empequeñecemos a Cristo al nivel de un objeto. Lo achicamos tanto que lo podemos colgar en una pequeña cadena en nuestro cuello. El Cielo desea una religión activa por parte de cada uno de nosotros, una religión que nos ayude a colocar las necesidades de las personas que nos rodean por encima de los ritos. Lee bien: encima de los ritos, nunca de los principios, porque estos son irrenunciables.
Ajimélec ayudó al fugitivo pasando por encima de ritos y tradiciones. Cristo defendió a sus discípulos que recogieron espigas en sábado, diciendo que también para David fue lícito satisfacer su hambre comiendo del pan separado para un fin santo (Mat. 12:3, 4).
Piensa en esto.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014 “365 Vidas” Por: Milton Betancor