«El que hace lo malo, recibirá el pago del mal que ha hecho, porque Dios juzga imparcialmente» (Colosenses 3: 25).
Incluso hoy, con nuestra sofisticada tecnología de radar y satélites, los pilotos de avión pueden perderse en la neblina. Uno no se imagina que algo así pueda ocurrir, pero ocurre. Sin contacto radial, un piloto puede perder su sentido de la orientación en la niebla.
Hace unos años, un piloto aterrizó por error un avión lleno de pasajeros en un pequeño aeropuerto ubicado a unos kilómetros del Aeropuerto Internacional de Portland, Estados Unidos. La torre de control lo estaba dirigiendo, cuando de repente el piloto vio entre las nubes una hilera de luces. Antes de que la torre de control pudiera advertirlo, el piloto ya había aterrizado en la pequeña pista. Afortunadamente, había sido capaz de detener el avión antes de que se acabara la pista.
Y no creas que después de aterrizar se acabó el problema. De hecho, apenas comenzaba. ¿Cómo harían ahora para sacar el avión de una pista tan pequeña? Los jefes de la aerolínea, junto a varios ingenieros de vuelo y expertos de la compañía fabricante del avión, llegaron para determinar el daño. Se decidió que debía vaciarse el avión de todo peso innecesario.
Los pasajeros fueron transportados en autobús hasta el aeropuerto principal. La carga fue transportada en camiones. Los tanques de combustible fueron vaciados, dejando solo la cantidad necesaria para despegar y hacer el corto vuelo de dos o tres minutos hasta el Aeropuerto Internacional de Portland. Los expertos aún temían que el avión fuera demasiado pesado para el despegue, así que retiraron peso adicional, incluyendo las butacas de los pasajeros y de la tripulación, excepto la del piloto. Finalmente, llevaron a un piloto experto para despegar el costoso aparato.
Siento lástima por el piloto original, porque a pesar de que no lo hizo a propósito, no le fue permitido volver a pilotar vuelos comerciales. Me gustaría poder decirte que el resultado de nuestros pecados se borra una vez que pedimos perdón, pero la ley de causa y efecto no es tan perdonadora como lo es nuestro amante Dios. Aunque Dios perdona nuestros pecados, tenemos que vivir con las consecuencias de nuestras decisiones.
Tomado de: Lecturas devocionales para Menores 2014 “En la cima” Por: Kay D. Rizzo