«Miren la roca de donde fueron cortados, la cantera de donde fueron sacados» (Isaías 51: l).
Una reportera de noticias le preguntó en una ocasión a Marian Anderson, la contralto que recibió aclamación mundial por su excepcional registro vocal: «¿Cuál ha sido el momento más emocionante de tu vida?».
Ella podría haber escogido entre: 1) la felicitación del gran director Toscanini, que dijo «voces como la de Marian solo surgen una cada siglo»; 2) haber sido la primera mujer afroamericana en cantar con la Opera Metropolitana de Nueva York; 3) la publicación de su exitosa autobiografía: My Lord, What a Morning [¡Qué mañana, Señor!]; 4) haber sido designada como delegada ante las Naciones Unidas; 5) los reconocimientos recibidos de parte de diversos gobiernos del mundo; 6) su concierto privado en la Casa Blanca para la familia Roosevelt y los reyes de Inglaterra; 7) la obtención de la «Medalla de la Libertad»; 8) haber cantado junto a la estatua de Lincoln en Washington un domingo de Pascua ante una multitud de setenta y cinco mil personas, entre ellas jueces y políticos de altísimo nivel.
¿Cuál crees que escogió? Ninguna. La señora Anderson le dijo a la reportera que el mejor momento de su vida fue el día en que llegó a su casa y le dijo a su mamá que ya no tendría que trabajar más lavando ropa para sobrevivir.
Algunas personas famosas hacen lo imposible para ocultar sus orígenes por miedo a que otros tengan una mala imagen de ellos. Compran vehículos y ropa que no se pueden permitir solo por aparentar. Una persona grande de verdad sabe que su éxito es en parte resultado de las circunstancias que ha tenido que superar en la vida. ¿Cómo podría alguien que jamás ha sufrido entender el dolor de los demás? Tu pasado o el de tu familia no puede impedir que hagas grandes cosas para Dios. Bien sea que vengas de un hogar cristiano o que no hayas tenido hogar; que tus padres sean misioneros o que estén presos, no debes avergonzarte. Lo único que debe avergonzarte es mostrarte demasiado orgulloso o demasiado tonto como para no reconocer a Dios como tu Padre y Señor.
Tomado de: Lecturas devocionales para Menores 2014 “En la cima” Por: Kay D. Rizzo