«Teniendo a nuestro alrededor tantas personas que han demostrado su fe, dejemos a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos enreda, y corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante» (Hebreos 12:1)
La mañana de la carrera, Jim se colocó el dorsal que le asignaron sobre su camiseta blanca y roja. Su número era el 207, y el de su papá el 208. Los dos se agacharon a asegurarse de que los lazos de sus desgastadas zapatillas estuvieran bien atados. Luego se ajustaron el cordón de la cintura y practicaron respiración.
«¿Estás listo, hijo?», preguntó el papá mientras saludaba a la distancia a la mamá y a los dos hermanos menores de Jim. Jim también los saludó. Entre quienes los saludaban también estaban los mejores amigos de Jim, Tom y Bill, que le hicieron un gesto levantando sus pulgares.
«Finalmente ha llegado el gran día», pensó Jim. Y la emoción le hizo sentir escalofríos. Se escuchó el pistoletazo de salida y los corredores arrancaron. Al principio, todos estaban aglomerados, pero poco a poco los equipos fueron tomando sus posiciones. Unos pocos equipos dejaron atrás al grupo grande. Esto preocupó a Jim. Sin embargo, su papá le había dicho que podía ocurrir que algunos corredores menos experimentados tomaran la delantera y gastaran toda su energía al principio, sin dejar nada para el final. «El objetivo es terminar la carrera, hijo», le recordó.
El sol de la mañana cayó agradablemente sobre la espalda de Jim durante los primeros kilómetros de carrera, pero con el paso de los minutos, se fue intensificando. El sudor le caía incómodamente por la espalda y el pecho, y desde la frente hasta la nariz. Jim se bebía un vaso de agua en cada estación, y continuaba corriendo. Cada cierto tiempo escuchaba los gritos de ánimo de sus amigos, su mamá y sus hermanos. Cuando sus vítores dejaban de escucharse era porque todos se habían subido al automóvil para llegar hasta otro lugar del recorrido. Saber que su familia estaba allí para desearle éxito lo ayudaba a seguir corriendo. Después de todo, no podía dejarlos quedar mal.
(Continuará…)
Tomado de: Lecturas devocionales para Menores 2014 “En la cima” Por: Kay D. Rizzo