“Gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración”. Romanos 12:12
Regresaba con mi familia de una asamblea ministerial. Era de noche y hacía frío, pero íbamos cantando felices. De pronto, entramos en una curva peligrosa, cuando repentinamente vi que una llanta delantera del auto salió disparada. Perdimos el control e íbamos directo a estrellarnos contra un inmenso cerro. Mi esposo giró el volante, el auto dio una vuelta y quedó colgado en una cuneta, a un metro de un precipicio que terminaba en un profundo río.
No podíamos salir del auto. No sabíamos dónde estábamos. No teníamos señal para los celulares, no podíamos pedir auxilio. Mi hijo Josué salió por la ventana y tirándonos de los pies, logró sacarnos a todos.
Como pudo, mi esposo fue a conseguir ayuda y pronto llegó la policía trayendo camillas. Mirando el auto, preguntaron asombrados:
—¿Dónde están los muertos y heridos?
Les dijimos que estábamos todos ilesos. Un policía, molesto, replicó:
—No es un chiste, esto es un accidente. ¿Dónde están los pasajeros que viajaban en el auto?
—Somos nosotros —contesté.
—¡Qué raro! —dijo— En los accidentes de esta curva mueren todos. No hay escapatoria: o se estrellan contra la roca o se ahogan en el río. ¿Quiénes son ustedes?
-Somos ministros del evangelio de salvación -dije—. Mañana iniciamos una campaña de evangelismo en Uctubamba. Por eso Dios nos preservó la vida, aunque el auto esté destruido. También permitió este accidente para salvarlo a usted y a su familia, porque los ama.
El hombre cambió el semblante, y muy triste comentó:
—Usted tiene razón. Esta noche iba a suicidarme. Fui a despedirme de mis hijos, pero al ver que estaban dormidos, ignorando que su padre iba a dejarlos huérfanos, se me partió el corazón… fue entonces cuando me avisaron de este accidente.
—Busque una Iglesia Adventista y entréguese a Cristo —insistí— El murió en la cruz para salvarlo. Pronto vendrá a buscarlo y lo llevará al cielo a vivir por la eternidad. Amigo, nada sucede en nuestra vida por causalidad. Hoy Dios lo invita a entregarle su corazón y volver junto a su familia. ¡Este ha sido el accidente más importante de su vida!
Nelbith Pérez de García, Perú
Tomado de: Lecturas devocionales para Damas 2014 “De mujer a mujer” Por: Pilar Calle de Hengen