Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. Salmo 32:8.
Servimos a un Dios misericordioso.
Si yo estuviese tratando con personas que no pueden ver sus errores, probablemente las ignoraría o les haría pagar el precio de sus problemas; desde luego, no las bendeciría a pesar de sus errores. Todos podemos estar agradecidos de que Dios no sea como yo. El Dios al que servimos nos bendice a pesar de lo que somos. No solo nos ayuda a resolver nuestros problemas, sino también nos bendice en el proceso. La verdad evangélica es que Dios incluso utiliza nuestros errores.
Así fue con la experiencia de la puerta cerrada. Los sabatarios tenían un error teológico obvio y grave. Al fin y al cabo, durante el período de la puerta cerrada de la historia adventista, creían que la extensión evangélica de su movimiento se restringía a quienes habían aceptado el mensaje millerita de la década de 1830 y comienzos de la de 1840, ya que la puerta de la misericordia se habría cerrado para todos los demás.
Pero, Dios pudo emplear ese error para el bien del movimiento. Primero, guió al pequeño grupo de sabatarios a que usaran ese período de la historia a fin de construir una base teológica sólida; de modo que gastaron poco de sus escasos recursos en la evangelización, hasta que tuvieron un mensaje. Segundo, después de crear su identidad teológica, restringieron su evangelización, entre 1848 y 1851, a otros milleritas. Solo después de que lograron una sólida base teológica y un considerable grupo de miembros troncales, estuvieron en condiciones de extenderse a la población mayor, y finalmente hasta los confines de la Tierra.
Al considerar la era de la puerta cerrada de la historia adventista, veo que es una etapa necesaria en el desarrollo del movimiento. Dios los iba guiando paso a paso para construir una plataforma sólida, desde la cual lanzar una misión “a toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6).
Dios nos bendice, de todos modos. Eso es evangelio; esas son buenas noticias.
¿Y tú, mi amigo? ¿Bendecimos hasta al más lento en aprender? Tú y yo ¿poseemos el mismo espíritu? ¿Tan siquiera lo deseamos? Desafío a cada uno hoy a aplicar la gracia divina en nuestra vida diaria, con nuestras esposas, esposos, hijos y hermanos de iglesia.
Ayúdanos, nuestro Padre, a ser una bendición positiva, aunque la gente que nos rodea cometa serios errores.
Tomado de: Lecturas devocionales para Adultos 2014 “A menos que Olvidemos” Por: George R. Knight