«Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo» (Luc. 14:27).
Ser discípulo significa aceptar a Cristo como Salvador y Señor. Seguir a Jesús quiere decir que estás listo para soportar el mismo sufrimiento que Cristo sufrió. Así, debemos ser honestos en la manera en que presentamos nuestro mensaje. Ciertamente, se deben enseñar las gloriosas verdades de la justificación por la fe, el perdón que Cristo da, el retorno inminente de Jesús, las maravillas incomparables del cielo y la gracia inmerecida de Dios.
No obstante, si los creyentes desean proclamar el mensaje de Dios completo, no pueden pasar por alto el llevar la cruz. Por desgracia, algunos creyentes creen, equivocadamente, que predicar cualquier mensaje por el que los seres humanos son llamados a la acción es legalismo. «La gracia divina ha realizado todo», exclaman orgullosamente, «y la raza humana no hace nada sino recibirla». Jesús, sin embargo, no está de acuerdo con esto.
Lee Mateo 16:21 al 25; Lucas 21:12 al 19; Juan 15:17 al 20; y 16:1 y 2. ¿Qué debemos aprender de estos versículos acerca del costo de seguir a Jesús?
Antes del bautismo, cada candidato debe comprender que Cristo mismo le ha asignado una cruz, sin la cual no puede, de ningún modo, ser su discípulo. ¿Apaga esto el gozo de la conversión? Prometerles algo en forma no realista ¿aumentaría de algún modo su gozo? La conversión libera a los creyentes de las cargas del pecado, no de las responsabilidades del discipulado. Al tomar el nombre de Cristo y revelar públicamente su elección por medio del bautismo, cada creyente debe saber que el discipulado tiene un costo. Entonces, ¿qué ofrece este mundo que hace que la oferta de Cristo no valga la pena? Nada.
¿Cuándo fue la última vez que tomaste tu cruz? ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Qué aprendiste de ella, que podría ayudar a alguna otra persona que está luchando con un desafío similar?
Lección de Escuela Sabática Adventista para Adultos 1er trimestre 2014 “El Discipulado” Lecc. 13 El costo del discipulado