«Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos […] Claman los justos y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias» Salmo 34:15,17
Mientras estuvimmos trabajando en el distrito Misionero de Sillio Azángaro, Puno, un fin de semana del mes de noviembre salimos de viaje, con mi esposo, hacia la Misión, para depositar el dinero de las remesas (diezmos y ofrendas) y suscripciones a publicaciones del distrito. El vehículo que transportaba pasajeros solo tenía un horario de salida: la medianoche. Ese día abordamos el último transporte y partimos.
Durante la travesía, en la mitad del camino, el chofer detuvo el vehículo y pude divisar a cuatro asaltantes muy bien armados, que nos pidieron a todos los pasajeros que bajáramos. Los hombres bajaron primero. Mi esposo, antes de bajar, me entregó su maletín y todo el dinero de las remesas y suscripciones. Luego, fue el turno de las damas, a quienes las revisaban, buscando por todo el cuerpo dinero, joyas y cualquier objeto de valor. Los requisados perdían todo, pues los malhechores se apoderaban de todo lo que llevaban consigo.
Quedé para el final, y cuando estaba por llegar mi turno, una señora anciana me dijo muy despacito al oído: «No bajes, quédate en el vehículo». Así que no bajé; me quedé sentada, me cubrí con una sábana y empecé a orar suplicando al Señor que nos protegiera. De pronto, uno de los asaltantes comenzó a gritar que bajáramos todos, e insistía con gritos y amenazas que descendiéramos del coche. De repente, de la nada, apareció una ambulancia y los malhechores, pensando que era la policía, se asustaron y se dieron a la fuga.
Dios nos cuidó de manera muy evidente y especialmente cuidó el dinero de las remesas y suscripciones, que era dinero de los hermanos de las iglesias del distrito. Dios sabía que muchos de ellos hacían esfuerzos económicos para adquirir las publicaciones denominacionales con las que se nutrían cada día.
Estoy segura de que Dios nos protegió de ese asalto. Mandó a sus ángeles «para acampar alrededor de nosotros y defendernos» (Sal. 34:7). Sé que «no se adormecerá el que guarda a Israel» (Sal. 121:4). ¡Gracias, Señor, por tu amoroso cuidado!
Aydeé Nury Turpo de Aranda, Perú
Tomado de: Lecturas devocionales para Damas 2014 “De mujer a mujer” Por: Pilar Calle de Hengen