Otra vez has caído, quizá de un poco más alto que antes, quizá un poco más duro que la última vez. Te encuentras en la misma encrucijada de Pablo cuando dijo en Romanos: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago”. Estás tan consciente y a la vez tan lejos de la realidad que, aunque sabes lo que debes hacer simplemente no lo haces, y crees haber intentado levantarte, crees haber dado todo de ti, pero en el fondo sabes que ha sido tu intento más pobre.
Querido amigo, yo no sé qué tan profundo has caído, no sé si el barro te ha llegado a las rodillas o quizá al cuello, pero hoy ha llegado el día de dejar de pensar y a empezar a actuar. Ya has pensado lo suficiente, tanto que te has quedado sentado recordando e imaginando lo que sería levantarte o quedarte en el piso, pero nada sucede contigo y aunque parece sonar algo duro, cuando el barro empieza a sentirse cómodo es necesario que alguien desde afuera te de algún grito de alerta.
Hoy es un día para dar Gracias por el misericordioso amor de Jesús, en quien tenemos una segunda, tercera y quién sabe cuántas más oportunidades. Hoy es un día para que tú tengas el suficiente valor de volver a levantarte, es un día para tomar la mano de Jesús escuchándole decirte “Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. Decide hoy levantar la mirada y salir del barro que, aunque se ha vuelto algo cómodo al final del camino solo quedara su mal olor y quizá llegues tan profundo que un día te quitara el aliento.
“Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas; sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15). Confía y recuerda que Jesús entiende tus luchas y está esperando por tu decisión para volver a enseñarte a caminar.