Pero el faraón contestó: ¿Y quién es «el Señor» para que yo le obedezca y deje ir a los israelitas? Ni conozco al Señor, ni tampoco voy a dejar ir a los
israelitas. Éxodo 5:2.
El pecado nos hace ser testarudos. Estamos frente a frente con Dios, sabemos que nos está hablando, que nos está buscando y que nos quiere abrazar. Pero nos damos vuelta, miramos hacia otro lado y seguimos haciendo lo que nos da la gana, aunque sepamos que vamos a terminar mal.
El faraón, un “modelo de cabeza dura”, murió creyendo que valía la pena enfrentar al Dios de Israel, quien le había demostrado desde la primera conversación -a través de Moisés y de Aarón- que tenía todo el poder y toda la autoridad. Faraón conocía a Moisés, pero no conocía al Dios de Moisés.
Diez opciones, diez posibilidades, diez maneras de demostrar quién era el Todopoderoso, y que no estaba jugando. Él quería liberar a su pueblo y lo iba a hacer, sin importar la posición que adoptara el faraón. Y siempre adoptó la postura equivocada.
El faraón miente, promete y no cumple, complica, intenta negociar lo que es innegociable. Es castigado duramente, y no se da por vencido. Muere su primogénito. Libera al pueblo. Actúa, por el dolor, con cierto grado de sensatez. Pero es tan “cabeza dura” que no consigue dar dos pasos correctos. Sale a perseguir a los ex esclavos. Ve los últimos prodigios divinos en sucesión asombrosa. La nube se hace oscuridad para ellos. Ve al pueblo caminar por el medio del mar. Ve a su ejército tener problemas en el mismo lugar en que los esclavos habían pasado sin dificultades. Ve desmoronarse las columnas de agua sobre su ejército. A pesar de todo, sigue -como buen cabeza dura- con su plan marcado para la ruina.
El ser humano del siglo XXI actúa de la misma manera: no reconoce a Dios; nos sentimos los faraones de nuestras existencias; y delante del Mar Rojo de la vida el mismo Dios de Israel nos vuelve a mostrar, vez tras vez. su poder, su misericordia, su amor, sus deseos de salvarnos. Como el faraón, muchas veces, seguimos detrás de nuestras convicciones, sabiendo que vamos a terminar enterrados en un mar de dificultades, problemas y sinsabores.
No sabemos -ni tenemos fuerza- para cambiar. Quien tiene el poder, es Aquel que te está llamando hoy.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor