[soundcloud id=’135230798′]
Cuando grito muchas veces lo hago sin esperar lastimarte, cuando grito no deseo molestarte ni ofenderte.
Cuando grito no espero que llores por eso, cuando grito en la mayoría de las veces es porque estoy emocionado, enojado, molesto, ofendido, porque tengo un nudo en la garganta y deseo deshacerlo expresándote lo que siento.
Y es que cuando grito quiero que me veas, que me escuches, que te des cuenta que existo que estoy aquí contigo, pero sin ti.
Cuando ya te grite me doy cuenta que me equivoqué al hacerlo, no era la manera ni la forma, y me orgullo me impide que te exprese el error que cometí.
En ese momento recuerdo que Jesús no gritó cuando lo arrestaron en el Getsemaní. No gritó cuando lo acusaron falsamente ante Pilato. No gritó cuando la gente grito: ¡Crucifíquenle!
Jesús no gritó cuando lo clavaron en la cruz y mucho menos cuando estando colgado en ese madero lo insultaban y le reclamaban que bajara de allí si era el hijo de Dios.
Y entonces si Jesús no gritó cuando sufrió por mí todas estas terribles cosas, ¿por qué yo lo hago contigo? Allí es donde mi orgullo se quiebra y mi corazón grita para decirte: “perdóname”
Y me doy cuenta al final que no debo de gritarte porque Jesús me regaló lo más bello de este mundo en esa cruz:
¡¡El amor de Dios por mi!! Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su hijo unigénito para que tú y yo fuéramos salvos (Juan 3:16).
Escrito por: Jazmin Barros Navarro
Narrado por : Mario Palafox