Presta oído a la sabiduría; entrega tu mente a la inteligencia. Pide con todas
tus fuerzas inteligencia y buen juicio; entrégate por completo a buscarlos,
cual si buscaras plata o un tesoro escondido» (Proverbios 2: 2-4).
¿Qué pesa más: una cubeta de hielo o una cubeta de agua? Dado que los sólidos son más pesados que los líquidos, la cubeta de hielo debería pesar más, ¿no es así? Pues no. El agua es diferente a los demás líquidos, porque cuando se congela, pesa menos.
Pero ¿a quién podría importarle eso? A los peces, seguro. Si el hielo fuera más pesado que el agua, los lagos se congelarían desde el fondo hacia arriba. Esto haría que las plantas de los lagos se congelaran y murieran. Como el nivel del hielo aumentaría, los peces se verían obligados a nadar en aguas poco profundas, y finalmente terminarían congelándose en la superficie. Esto sería una tragedia para ellos.
Pero no ocurre así. Como el hielo es más ligero que el agua, flota, permitiendo que las plantas y los organismos acuáticos vivan durante todo el año bien a gustito en el fondo de los lagos y los ríos.
El mundo está lleno de datos interesantes que nos muestran lo maravilloso que es Dios. Nuestro Creador no pasó ningún detalle por alto. Si los pequeños peces de los lagos y las truchas de los ríos son importantes para él, ¿cuánto más no se preocupará por nosotros, que somos sus hijos?
El texto de hoy te aconseja: «Presta oído a la sabiduría […] Pide con todas tus fuerzas inteligencia […], cual si buscaras plata o un tesoro escondido». Los tesoros escondidos de la naturaleza te ayudarán a entender mejor a tu Creador.
¿Qué puedes descubrir hoy sobre el amor de Dios para ti?
Tomado de: Lecturas devocionales para Menores 2014 “En la cima” Por: Kay D. Rizzo