Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen daño. Daniel 6:22.
El millerismo, dado el hecho de que la mayoría de sus lectores era abolicionista, no era bienvenido en el sur. A pesar de esto, seguían llegando pedidos de predicadores. Sin embargo, el Congreso General de mayo de 1843 decidió no enviar conferenciantes a los estados esclavistas, debido al peligro y las dificultades.
Pero, a comienzos de 1844, José Bates llegó a la convicción de que Dios lo había llamado para ministrar a los esclavos y a sus amos. El misionero intrépido, después de experimentar algún éxito modesto en Maryland, se vio desafiado y denunciado por un dirigente laico metodista, que atacó la “doctrina del advenimiento de manera violenta”. En medio de su ataque, el hombre “comenzó a hablar de mandarnos de vuelta caminando sobre los rieles”.
–Estamos preparados para eso, señor –retrucó Bates–. Si le pone una montura, preferiría montar, antes que caminar.
“No crea usted –continuó–, que hicimos casi diez mil kilómetros por hielo y nieve, por nuestra cuenta, para darles el Clamor de Medianoche, sin primero sentarnos a calcular el costo. Y ahora, si el Señor no tiene algo más que podamos hacer, [con gusto] estaríamos tirados al final de la Bahía Chesapeake, como todos los demás, hasta que el Señor venga. Pero, si él tiene algún trabajo más que necesita que hagamos, ¡usted no podrá tocarnos!
El Newark Daily Advertiser informó el incidente, señalando que “la destrucción de la materia y la colisión de los mundos es una cuestión menor para alguien que se toma las cosas tan fríamente”.
En otra ocasión, durante el mismo viaje, un juez del sur abordó a Bates, diciendo que entendía que él era un abolicionista, que había venido “a hacer que los esclavos se fueran”.
–Sí, juez –respondió Bates–: soy abolicionista. Y he venido a llevarme a sus esclavos, y ¡a usted también!
Bates y su compañero estaban especialmente agradecidos de poder dar su mensaje a los esclavos. A veces, incluso decidían caminar de una cita a otra con el objetivo de poder conversar con los esclavos que se encontraban donde los otros blancos no podían oírlos. “Esos pobres esclavos”, informó, “se deleitaban” con el mensaje adventista; “especialmente cuando se enteraban de que el Jubileo estaba tan cercano. Parecían beberlo como los bueyes toman agua, y por lo que he oído desde entonces, creo que muchos de ellos estarán preparados cuando Jesús venga”.
Dios nunca dijo que nuestro paso por la vida sería fácil. Pero, ha prometido que si le somos fieles nos bendecirá y estará con nosotros.
Como cristianos, podemos alabar a Dios por todas sus bendiciones cada día.
Tomado de: Lecturas devocionales para Adultos 2014 “A menos que Olvidemos” Por: George R. Knight