«Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre» (Hebreos 13: 8).
El escalador neozelandés Edmund Hillary viajó a los Himalayas, en Nepal, un pequeño país situado al norte de la India, para ascender hasta la cima más alta del mundo: el monte Everest. Emprendió la tarea junto a un grupo de escaladores británicos y un guía nepalí llamado Tenzing Norgay.
A medida que el equipo ascendía la escabrosa montaña, fuertes vientos helados los golpeaban. Además, tenían que usar máscaras de oxígeno debido a la altitud. Uno tras otro fueron claudicando, hasta que quedaron únicamente Edmund y Tenzing. Casi sin oxígeno, los dos hombres decidieron hacer un último esfuerzo por alcanzar la cima. Al llegar a una roca gigantesca, y ver desde allí las cimas de otras montañas, se dieron cuenta de que habían alcanzado la cumbre más alta del mundo.
Espera, no tan rápido. Pobres Edmund y Tenzing. Si pretendían escalar la montaña más elevada de la tierra, parece ser que se equivocaron. El Everest es la segunda montaña más elevada del mundo. ¿Cómo? Ahora te lo explico.
Busca los Andes en un mapa y ubica el monte Chimborazo, en Ecuador. Midiéndolos desde el nivel del mar, el monte Everest tiene 8,847 metros de altitud, y el Chimborazo 6,266 metros. Pero si buscamos cuál de las dos montañas se acerca más al espacio exterior, es decir, al Sol, el Chimborazo gana con diferencia.
Lo que ocurre es que la tierra no es redonda, sino esférica, más ancha en la zona del Ecuador, que es precisamente donde está el Chimborazo. La cima del Chimborazo es el punto más alejado del centro de la Tierra, y por eso se eleva aproximadamente tres kilómetros más arriba que el monte Everest.
Aunque el tamaño de las dos montañas no ha cambiado mucho a lo largo de la historia, la ciencia ha revelado una manera distinta de observarlas.
¿No es terrible creer que uno tiene la respuesta correcta y que de repente alguien nos demuestre que no es así? Acostúmbrate a eso. En este mundo tecnológico, lo que era verdad ayer, ya no lo será mañana. Todo cambia. Pero con Dios es diferente. El es el mismo «ayer, hoy y siempre»; así que deja de preocuparte por las cosas del mundo. Las cosas importantes, como las promesas de Dios para ti, jamás cambiarán.
Tomado de: Lecturas devocionales para Menores 2014 “En la cima” Por: Kay D. Rizzo