Vivimos días donde parece que el tiempo no dura mucho. Tenemos tantas cosas que hacer. Nos levantamos temprano; entramos al baño, desayunamos, salimos corriendo para el trabajo… que no hay mucho tiempo para Dios. Tal vez por eso un día el Señor Jesús dijo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justica, y todas estas cosas serán añadidas” (Mt. 6:33). Lo que el Señor Jesús quiso decir es que pasar tiempo con él todos los días, es lo más importante para el ser humano. Tú y yo hacemos lo que consideramos importante para nosotros. Cada uno viviendo su propio mundo. Pero en el nombre de Jesús te digo: A pesar de tus problemas y necesidades, de tu tragedia y sufrimiento, necesitas hacer a Jesús el centro de tu vida todos los días.
Por lo menos, podría mencionarte dos cosas que surgen como parte del encuentro con Jesús: El Señor comienza a mostrarte lo que estás haciendo y donde están tus prioridades. ¡Puedes ver con mayor claridad sus expectativas!
Sin embargo, una de las experiencias más grande que resulta del encuentro real con Jesús es el de deseo de hablar permanentemente con él. Tus oraciones cambian como tus pedidos, suplicas y ruegos. Ya no sufres porque sientes que tus oraciones no salen del techo de tu casa o porque piensas que te has equivocado tanto que Dios ya no es capaz de escucharte… sino que tienes la plena seguridad que hablaste con el Señor.
La oración es como un remedio para nuestras tragedias y conflictos humanos… pero nuestro problema no es que Dios no sea capaz de escucharnos cuando oramos, sino como oramos. Oramos, y no recibimos, porque lo hacemos mal, para gastar en nuestros deleites y beneficios. Tal vez, por eso Santiago dijo: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (St. 4:3).
Nuestras oraciones deben de ser capaz de llevarnos al arrepentimiento sincero. Porque hablar con Dios como un amigo es abrirle el corazón. Es reconocer nuestras fallas y errores. Y, tú sabes, a un amigo sincero se le cuenta todo, nuestros triunfos y derrotas; porque confiamos en él.
El Señor Jesús enseñó que la mejor manera de vivir es mantener una plena relación con él todos los días. El milagro más grande en el ser humano es una vida renovada y trasformada al carácter de Cristo; pero esto tú y yo no lo podemos hacer ni fabricar con nuestras fuerzas humanas. Es decir, no tenemos la capacidad para sanar por dentro.
Tal vez, estás herido, frustrado y desesperado, tienes problemas que ni el dinero ni la comodidad han podido resolver. Tu corazón sufre de dolor. Los vicios te están acabando. Sin embargo, quiero que sepas, que cuando tú hablas con Dios a través de la oración confiando en el Señor Jesús, Dios puede quitar las angustias de tu corazón. Porque, hablar con Dios como un amigo es un remedio para el corazón. “Es el acto de abrirle el corazón a Jesús”.
Habla con Dios como un amigo en este día, inténtalo y, te sorprenderás con las cosas que él puede hacer por ti.
El desafío de hoy:
1. Hoy, si no tienes el deseo ni las fuerzas para orar todos los días, saca los superfluos, las cosas que no son importantes. Y has de Jesús en el centro de tu vida como lo más importante que tienes que hacer. Aparta tiempo para orar. Levántate temprano cada día antes de ir a tus actividades diarias y dedica un tiempo para orar de la manera que has aprendido en este día.
2. Deja las oraciones religiosas y metódicas… y concéntrate en expresar a Jesús lo que hay dentro de tu corazón. Cuéntale a Jesús las tus alegrías, logros y frustraciones como también las angustias de tu corazón.
Describe ¿cómo te sentiste?
3. Aparta tiempo para orar dos o tres veces durante el transcurso del día.
¿Cómo te sentiste al practicar esto?
“Recuérdate, esto es necesario practicarlo todos los días hasta que Jesús vuelva”