“Es pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Hebreos 11:1
Quiero compartir algunas reflexiones que me ayudaron a darme cuenta de que la vida tiene un significado especial. A pesar de mi juventud aprendí que nadie es inmune a nada y menos al pecado. Vivimos en un mundo cuyo principal protagonista es el pecado y nuestro gran enemigo es Satanás, que solo quiere la destrucción de la humanidad y cada día arrastra vidas para que se pierdan con él.
Muchas personas están muertas en vida. Los problemas las agobian de tal manera que dejan de vivir para solo sobrevivir. Por otro lado, muy diferente es el propósito de Dios para nosotras. Él nos ofrece vida en abundancia. Nos brinda su amistad pura y su amor genuino, sin esperar nada a cambio. Sólo desea que confiemos en él.
Confiar es abrirle nuestro corazón a Dios y decirle: “Señor, te entrego mis alegrías, mis fracasos, mis éxitos, mis problemas, mis temores, mis angustias, porque nada puedo hacer sin ti. Te entrego también mis sueños, mis planes, mi futuro. Quiero hacer tu voluntad”. Cuando le pedí a Dios que bendijera mis planes, resultaron un éxito; cuando le entregué mis problemas, él los disipó como el polvo; cuando bebí del agua de vida que él me ofrecía, sentí que revivían mis huesos.
Es imposible fracasar amparadas en el amor de Dios. Cada situación nos ayuda a darnos cuenta de que lo material es efímero, que nuestro verdadero objetivo es trascender. Por eso, queremos que el Señor venga pronto para vivir con él por la eternidad. Cuando este deseo se hace prioritario, todo lo demás deja de ser “tan importante”, y viviremos para amarlo y servirle.
Tener a Dios en nuestro corazón debería convertirse en una necesidad. Cuanto más necesitadas, más ricas somos, pues tenemos menos que perder. Que lo material no nos engañe, que la angustia no nos aniquile, que la ansiedad no nos enferme, porque el reino de los cielos será la recompensa que recibiremos de Jesús, y mucho más pronto de lo que imaginamos.
La experiencia de vivir con Dios es la más reconfortante que podemos disfrutar, aun en nuestra juventud. Que esta sea la certeza de lo que esperas y la convicción de lo que no alcanzas a ver.
Marieta P. Hengen de Sand, Argentina
Tomado de: Lecturas devocionales para Damas 2014 “De mujer a mujer” Por: Pilar Calle de Hengen