He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá. Apocalipsis 1:7.
“Este año […] es el último año que Satanás reinará en nuestra Tierra. Jesucristo vendrá […]. Los reinos de la Tierra se harán añicos […]. El grito de victoria se oirá en los cielos […]. El tiempo no será más”. Así escribió Guillermo Miller, en su “Discurso de Año Nuevo a los creyentes en la Segunda Venida”, el 1° de enero de 1843. ¡Por fin, el año del fin del mundo había llegado!
Y, como era de esperar, el entusiasmo era grande. Pero, no estaban completamente seguros del momento del año al cual debían señalar. Miller mismo, al saber que Cristo había dicho que nadie sabía el día ni la hora, había sido muy cauteloso sobre el tema. “Alrededor del año 1843” era casi tan preciso como él quería que fuese.
Pero, para diciembre de 1842, sus seguidores lo estaban presionando para que fuera más específico. Después de todo, al mes siguiente comenzaría 1843. Miller concluyó que en verdad podría ser más específico. Al basar sus conclusiones en la festividad judía de la Pascua, escribió que creía que Jesús aparecería en las nubes del cielo en algún momento entre el 21 de marzo de 1843 y el 21 de marzo de 1844.
Los que pensaban que habían descubierto alguna fórmula para determinar con precisión el día exacto pusieron muchas fechas específicas entre esos dos puntos. Miller mismo esperaba un cumplimiento a fines del año, pues pensaba que la fe de ellos sería probada.
Y así fue: la Segunda Venida no ocurrió el 21 de marzo de 1844. Los optimistas decidieron que habían calculado mal la fecha de la Pascua; quizá sería el 21 de abril. Pero, esa fecha también pasó. Y así, los grupos milleritas experimentaron su primer chasco de primavera.
El movimiento evitó desintegrarse en ese momento, porque no habían puesto demasiadas esperanzas en una fecha específica. Por otro lado, se sintieron desanimados. Continuaron estudiando la Biblia, en su deseo de discernir dónde estaban ubicados en el tiempo profético. Entonces, a comienzos del verano, descubrieron Habacuc 2:3: “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará”. Concluyeron que estaban en el “tiempo de tardanza”; después de todo, Mateo 25:5 ¿no enseñaba abiertamente: “tardándose el esposo”?
La fe tenía una resistencia que debemos admirar. Sí, estaban chasqueados. Pero, en vez de darse por vencidos, acudieron a sus Biblias para descubrir dónde estaban parados en la historia profética. Eso no es lo que querían que ocurriera, pero es la única opción para los que continuamos clamando: “¿Hasta cuándo, Señor?” (Apoc. 6:10).
Tomado de: Lecturas devocionales para Adultos 2014 “A menos que Olvidemos” Por: George R. Knight