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Matinal Para Adultos 2014

Dios obra en formas extrañas

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Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. Romanos 10:17.

El alejamiento de Miller de las insuficiencias del deísmo no supuso que estuviese de todo enfervorizado en convertirse en cristiano.

Pero, comenzó a asistir a la iglesia… al menos, cuando le daba la gana.

El siguiente cambio en la vida de Miller ocurrió en mayo de 1816, cuando se descubrió “en el acto de tomar el nombre de Dios en vano”. Como resultado, el hecho precipitó una crisis en su vida. “En el mes de mayo de 1816”, escribió más adelante, “me convencí; y ¡oh, qué horror llenó mi alma! Me olvidé de comer. Los cielos parecían como bronce; y la tierra, como hierro. Así continué hasta octubre, cuando Dios me abrió los ojos”.

Dos cosas ocurrieron en septiembre de 1816, que prepararon a Miller para su crisis de octubre. La primera fue la celebración de la batalla de Plattsburg. Mientras se preparaban para un momento de “gran alegría”, los veteranos asistieron a un sermón la noche anterior a la gran fiesta. Regresaron sumidos en sus pensamientos. La oración y la alabanza habían reemplazado a las risas y los pensamientos de la juerga cuando recordaron las circunstancias de la dura lucha y de su victoria “sorpresiva”.

El segundo hecho tuvo lugar el domingo siguiente. La madre de Miller había descubierto que él se ausentaba de la iglesia cada vez que el pastor no estaba en la ciudad. En esas ocasiones, uno de los diáconos leía mal un sermón.

Miller cometió el “error” de dar a entender que si él pudiera dar la lectura siempre estaría presente. De modo que Miller, quien todavía era deísta, regularmente recibía invitaciones para presentar los sermones que elegían los diáconos. Fue el 15 de septiembre de 1816 cuando leyó un sermón que lo impactó tanto que se vio obligado a sentarse en medio del mensaje. Había llegado a una crisis espiritual.

Pocas semanas después, según escribió, “Dios me abrió los ojos; y ¡oh, mi alma, qué Salvador descubrí que era Jesús!” Ese descubrimiento impulsó al joven converso al estudio regular de la Biblia. En poco tiempo, notó que la Biblia “[había llegado] a ser mi delicia, y en Jesús encontré a un amigo”.

Dios es una Deidad de milagros. El hecho de que pudiera tomar a un escéptico como Miller y llevarlo a la conversión mediante la lectura pública de un sermón es un milagro. Servimos a un Dios que utiliza una multitud de medios a fin de llevar a cabo su voluntad.

Tomado de: Lecturas devocionales para Adultos 2014
“A menos que Olvidemos”
Por: George R. Knight

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