«No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará» (Gálatas 6:7)
Luego de hacer unas compras regresamos a nuestro vehículo para volver a casa. Mi esposo intentó ponerlo en marcha como siempre, pero el automóvil no responidó. Decidimos empujarlo para que arrancara. Lo intentamos varias veces, hasta que sugerí a mi esposo que descansáramos un poco. En ese momento aparecieron dos niños y preguntaron si necesitábamos ayuda.
-¡Sí! -les dije rápidamente y les agradecí.
Con su ayuda y la de otro señor que se sumó al grupo, el vehículo por fin arrancó. al subir al auto, mi hijita mayor de ocho años comentó:
-Mamá, mientras ustedes empujaban yo pensaba que necesitábamos un «buen samaritano» que nos ayudara, y justo aparecieron esos niños y ese hombre.
Días antes de este incidente, nuestras hijas estaban por comenzar un nuevo año escolar. Compartíamos con ellas la emoción, la alegría y el nerviosismo que significaba iniciar las clases en una nueva escuela. Aunque estaba un poco preocupada por su integración social, confiaba en que ellas, como la mayoría de los niños, no tendrían problemas para hacer nuevos amigos.
Una tarde, al regresar de la escuela, me contaron que durante uno de los recreos se habían acercado a una niñita que lloraba porque quería volver a su casa. La invitaron a jugar y lograron disipar su tristeza con juegos, cariño y sencillez infantil. Todos necesitamos a veces de un «buen samaritano» que nos ayude.
¡Cuán bueno es cuando aparece un «buen samaritano» para darnos una mano cuando vivimos alguna situación difícil! También nosotros somos llamados a ser los «buenos samaritanos»que hagan la diferencia en la vida de nuestro prójimo.
Quizá, más cerca de lo que pensamos hay alguien esprando la ayuda de un «buen samaritano». Tal vez esa persona esté en nuestro hogar o en nuestro lugar de trabajo. Seguramente no podremos cambiar el muno, pero sí podemos ser agentes multiplicadores de bondad que hagan la diferencia en la vida de otro ser humano. La recompensa final será pronunciada por el mismo Rey de reyes: «Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros» (Mat. 25:34)
Karina Stecler de Guzmán, Argentina
Tomado de: Lecturas devocionales para Damas 2014 “De mujer a mujer” Por: Pilar Calle de Hengen