Palabras al corazón Para el: 09 diciembre
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Los seres humanos somos expertos en realizar promesas, y de estas existen muchos tipos, promesas de amor eterno, promesas de fidelidad, promesas de futuras acciones y compromisos, etc. Prometer es imponerse a uno mismo el cumplimiento de alguna acción o situación en especial, por lo que es un compromiso no solo con la otra persona implicada sino con uno mismo.
Todos hemos escuchado acerca de las promesas de Dios y conocemos su fidelidad al cumplirlas, por eso hoy aunque son muy importantes no hablaremos de ellas. Hoy estamos invitados a reflexionar acerca de las promesas que nosotros mismos hemos realizado; ¿Cuántas de esas promesas hemos cumplido? Quizá seas una persona de palabra que a sus amigos y familiares cumple todo lo que promete, pero creo que todos hemos sido víctimas alguna vez de una promesa no cumplida o alguna vez hemos fallado a alguien en nuestras promesas. La sensación es de decepción, frustración y dolor, porque aunque seamos seres humanos y no seamos infalibles cuando escuchamos la palabra «Lo Prometo» sentimos que será para siempre, damos un voto de confianza, entregamos todo de nuestro ser y esperamos en que lo que hoy son palabras, se traducirá en hechos.
¿Cuántas promesas has hecho a Dios? ¿Has prometido acercarte más a él? ¿Alejarte de algún mal habito? ¿Leer la Biblia cada mañana?, si bien sabemos todas las promesas que le hagamos a Dios son imposibles de cumplir si no contamos con su poderosa mano ayudadora, la mayoría de las cosas que prometemos a Dios, implican un sacrificio o son parte de dejar cosas que nuestra carne desea pero nuestra razón conoce que son dañinas para nuestro ser y cruciales para nuestra salvación, por esto todas esas cosas que usualmente prometemos a Dios no son innatas o fáciles de cumplir por nuestros propios medios. Una persona que fuma no puede pretender prometer a Dios que dejará de fumar por si solo, porque seguramente fracasará y aunque muchas personas han dejado de fumar solas sin que sea una gran lucha, estoy segura que para llegar a realizar una promesa tal a Dios es porque este mal hábito seguramente es una gran lucha para ese alguien.
¿Tú que reconoces lo que se siente que alguien falle a tus promesas consideras que Dios merece sentir algo parecido a esto? ¿consideras que es justo que Dios sea decepcionado por nuestras falsas promesas? Pienso que no, por eso la invitación del día de hoy es que comprendamos que fallar es humano, pero que en nuestro ser debe existir por siempre el anhelo de jamás fallarle a ese amado Maestro. Que nuestras promesas para con Dios sean promesas que primero se encuentren a los pies del Salvador, que sean promesas que tengan fundamento celestial, promesas que se encuentren escritas con tu mano pero con la pluma sagrada del dedo de Cristo Jesús.
Hoy es un día para dejar atrás las promesas rotas y entregar en manos del Salvador nuestras promesas, para que sean promesas que perduren por la eternidad.
Escrito por: Jazmin Barros Navarro
Narrado por : Jazmin Barros Navarro
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