Palabras al corazón Para el: 06 noviembre
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¿Qué tan familiar es para ti la idea de querer escuchar los pensamientos de las demás personas? Creo que todos hemos deseado saber que están pensando los demás, y si el implicado es el chico o la chica que te gusta, tu esposo o esposa; creo que sin temor a equivocarme podría decir que al menos una vez en nuestra vida ha pasado esta idea por nuestra mente.
Aunque suena divertido conocer que piensan los demás, si esa fuera nuestra naturaleza considera la idea de que en ese caso todos escucharían tus pensamientos también. ¿Puedes imaginar lo interesante pero a la vez caótico que esto sería? Que tus jefes, tus maestros o tus padres puedan escuchar lo que piensas? Seríamos seres solitarios, encerrados, desconfiados y estaríamos en problemas la mayor parte del tiempo. Otra gran muestra de la sabiduría de Dios al negarnos esta tan alta responsabilidad, si nos es tan fácil juzgar cuando solo vemos o escuchamos la cuarta parte de lo que los demás piensan, que sería de nosotros si pudiéramos conocer más allá.
Si algo es cierto es que es necesario ser y parecer y que la apariencia de pecado desagrada de igual manera a Dios, pero en ese caso, ¿quiénes somos nosotros para determinar que es y que no es? Y si es, quiénes somos para sacar el dedo acusador y afilar nuestras lenguas con los comentarios “más morales posibles”. Quiénes somos cuando quizá no en público pero si en privado tenemos una condición peor que la de nuestro acusado. Tal vez sería interesante que justo antes de soltar el más sutíl comentario pensáramos que los demás pueden escuchar nuestros pensamientos y quizá nos daría vergüenza iniciar nuestro papel de Jueces.
“Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también hacer vosotros con ellos…” Mateo 7:12. El pecado en nosotros y nuestro nivel personal de orgullo no nos permite alejarnos de este desagradable mal. Nuestra tendencia como seres humanos caídos es hacia el pecado, por lo que satanás siempre tendrá alguna carnada que poner en el anzuelo para que desenfrenadamente iniciemos esta triste labor destructora.
Pero tranquilos es allí donde sobreabundara la gracia de Dios, es allí donde tu voluntad termina y empieza la de Él, es donde se hace importante recordar que tu abogado es el mismo abogado de tu prójimo, que tu defensor murió por tus faltas y por las faltas de aquellos a quienes muchas veces has visto fallar, es momento de decir como dijo el salmista, “…Atenderé a mis caminos para no pecar con mi lengua; guardare mi boca con freno en tanto que el impío esta delante de mi…” Salmos 39:1; aborrezcamos el pecado y amemos al pecador, amémoslo conscientes de que quien falla hoy es él, mañana podrías ser tú.
Escrito por: Jazmin Barros Navarro
¿Confías en Dios?
Narrado por : Jazmin Barros Navarro
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