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Lugar: Estados Unidos
Palabra de Dios: 2 Corintios 3:5
Necesito un voluntario que juegue contra el Turco dijo el Sr. Maelzel, señalando su tablero mecánico de ajedrez. El Turco nunca pierde. Él puede ganar a cualquiera, en una partida de ajedrez. El Turco era un hombre tallado en madera. Vestía un manto y un turbante, y estaba sentado detrás de un baúl de madera, sobre el cual había un tablero de ajedrez.
Se levantó una mano, y pronto la audiencia observó cómo el voluntario jugaba contra el Turco. Cuando era el turno del Turco, este levantaba una mano, la extendía, tomaba una pieza y hacía un movimiento. El Turco ganaba todas las veces.
El señor Maelzel y el Turco recorrieron la costa este de los Estados Unidos durante la década de 1820. Cuando la gente oía hablar del Turco, quería ver a este brillante jugador mecánico de ajedrez. ¿Cómo podía una máquina jugar tan bien al ajedrez? Nadie parecía saberlo.
Pero, un día el secreto se filtró. El Turco, en realidad, era controlado por un jugador de ajedrez sentado dentro del arcón de madera. Cuando el señor Maelzel abría las puertas para mostrar los mecanismos internos, la persona permanecía escondida, trasladándose de un compartimiento a otro. Y, como la persona que estaba adentro era un experto, el Turco ganaba todas las veces.
Así que, ¿cómo se puede vivir una vida victoriosa? ¡Necesitamos un experto de nuestro lado!; alguien sabio y que lo sepa todo. Sí, necesitamos a Dios. Entonces, ¿por qué no pedirle que sea tu guía, que controle tu vida? «No es que nos consideremos competentes en nosotros mismos. Nuestra capacidad viene de Dios».
Tomado de: Meditaciones Matinales para Menores 2013
“En algún lugar del mundo”