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No son las peleas lo que debiera preocupar a las parejas casadas; es lo que ocurre cuando termina la batalla.
Casi todos los matrimonios experimentan conflictos de tiempo en tiempo, lo cual no necesariamente es perjudicial a sus relaciones. Una disputa verbal dentro de los límites razonables puede abrir las ventanas y dar a la pareja una oportunidad para ventilar frustraciones y dejar escapar algún vapor. Lo importante, sin embargo, es qué pasa después que termina la pelea. En relaciones saludables, un período de enfrentamiento termina en perdón, en acercamiento, en respeto y entendimiento más profundos, y algunas veces en satisfacción sexual. Pero en matrimonios inestables, los conflictos nunca quedan resueltos del todo. Esta es una situación muy peligrosa, en la que las consecuencias de una batalla contribuyen a los preparativos de la próxima. Es una buena idea que las parejas observen detenidamente lo que ocurre a raíz de un enfrentamiento.
¿Algo de lo que usted dijo o hizo ha lastimado a su pareja? ¿Debe pedir perdón por atacar la dignidad de su cónyuge en vez de concentrarse en las cuestiones que les dividen? ¿Hay asuntos substanciales que no han sido resueltos? Trate con ellos pronto, antes que se infecten y socaven la relación desde adentro.
El apóstol Pablo entendió este principio claramente. Él nos exhortó a no dejar que el sol se pusiera sobre nuestro enojo (Efesios 4:26). Ese es un excelente consejo matrimonial.
Escrito por: Dr. James Dobson
El corazón del Hogar.
Narrado por: Mario Palafox Martínez
