[soundcloud id=’110673725′]
Hace algunos años, Jeanie Roemer fue invitaba a un programa radial de Enfoque a la Familia para dialogar acerca del tema del cuidado de los padres ancianos. Durante esa transmisión, citó una carta escrita por su madre, la señora Keltner, quien estaba llegando a los ochenta años cuando escribió esa carta, y su contenido sorprendió a su familia porque ellos no se habían percatado de sus sentimientos y necesidades que tenía. Lo siguiente es parte de esa carta:
“No me gusta tener que depender de mis hijos para que hagan por mí cosas que yo misma podía hacer hace pocos años. Lo cierto es que ahora los papeles se han cambiado, y yo soy tu hija que te necesita de manera especial. Necesito tu paciencia ahora cuando no oigo lo que dices por primera vez; así que, por favor, no te incomodes. Necesito tu paciencia cuando pienso demasiado en el pasado. Necesito tu paciencia con mi lentitud y mis hábitos establecidos.
Quiero que seas tolerante con lo que los años me han hecho físicamente. Y por favor, sé comprensiva con mis hábitos de cuidado personal. Realmente no puedo ver cuándo mi vestido está sucio o el piso necesita limpieza. Derramo líquidos. Pierdo cosas. Me inquieto demasiado cuando trato de entender mi estado bancario. No puedo recordar a qué hora tomar mi medicina, o si ya la he tomado. Soy simplemente muy lenta. Ya no puedo moverme rápido, y eso me molesta a mí tanto como a ti. Trata de entender; algunos días no tengo deseos de vestirme, y por eso en esos días estoy todavía con mi bata de dormir al mediodía. Tomo muchas siestas, lo sé, porque te oí decir: «Deja de pasar todo el tiempo durmiendo». Bueno, a veces dormir me ayuda a pasar el día. Cuando no tengo en mis manos otra cosa que tiempo, una siesta de quince minutos me parece una hora.
Finalmente, el apóstol Pablo escribió: «Todo lo puedo en Cristo, que me fortalece». ¡Sé que yo también lo puedo! Quizás no pueda hacer todo lo que quiero, de la manera en que solía hacerlo, pero cuánto consuela saber que no tengo que depender sólo de mí misma. Es una sensación maravillosa saber que El cuida de las aves, y cuidará también de mí. Pienso que tener ochenta años no es tan malo después de todo. Dios me ha bendecido mucho.”
Con amor, Mamá Keltner
¿Podría haber algún anciano miembro de tu familia que esté pensando lo mismo que escribió Mamá Keltner? Dentro de cada cuerpo envejecido hay un ser humano que respira y siente que necesita ser amado y comprendido a medida que los estragos de los años cobran su cuenta.
Escrito por: Dr. James Dobson
El corazón del Hogar.
Narrado por: Mario Palafox Martínez