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Contrario a lo que algunos padres puedan creer, el ambiente ideal para un niño no está exento de problemas y dificultades.
Aunque es algo difícil de aceptar en el momento, sus hijos necesitan los pequeños reveses y frustraciones que encuentran a su paso. ¿Cómo podrían aprender a enfrentar los problemas y las frustraciones si sus tempranas experiencias estuvieran totalmente carentes de pruebas?
La naturaleza nos enseña eso. El árbol plantado en una selva tropical nunca se ve obligado a extender sus raíces nada abajo en busca de agua. Por consiguiente, permanece mal arraigado y puede ser derribado aun por un viento de moderada intensidad. Por el contrario, el árbol mezquite plantado en la aridez del desierto está amenazado por su ambiente hostil. Sólo puede sobrevivir por profundizar sus raíces diez metros o más en la tierra, en busca de agua fresca. Pero por esta adaptación a un terreno árido, este árbol bien arraigado llega a ser fuerte y firme contra todo ataque.
Nuestros hijos son semejantes a estos dos árboles en algunos aspectos. Aquellos que han aprendido a enfrentar sus problemas se hallan mejor arraigados que los que nunca los han tenido que enfrentar.
De manera que nuestra tarea, como padres, no es la de eliminarles todos los desafíos a nuestros hijos, sino más bien la de servirles de aliados confidentes, y animarlos cuando se hallan angustiados, intervenir cuando la amenaza les resulte abrumadora, y «estar a su lado>> cuando llegue la crisis. Sobre todo, necesitamos darles las herramientas con las cuales puedan vencer los inevitables obstáculos de la vida.
Escrito por: Dr. James Dobson
El corazón del Hogar.
Narrado por: Mario Palafox Martínez