En la obscuridad
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Me contaron que cuando yo era un niño muy pequeño — quizás de dos años de edad — mi familia vivía en un apartamento de un solo dormitorio, y mi camita estaba situada al lado de la cama de mis padres. Mi padre dijo que era común en ese tiempo que lo despertara durante la noche una vocecita que susurraba:
-¿Papito? ¿Papito? ¿Papito?
Mi padre contestaba quietamente:
—-¿Qué, Jimmy?
Y yo decía:
———¡Toma mi mano!
Mi papá extendía su brazo en la obscuridad, buscaba a tientas mi pequeña mano, y finalmente la encerraba en la suya. El decía que al instante en que él apretaba mi mano firmemente, mi brazo se relajaba y mi respiración se tornaba profunda y regular. Inmediatamente me echaba hacia atrás y me dormía.
Usted ve, yo sólo necesitaba saber que él estaba allí. Hasta el día en que murió, yo continué acudiendo a él—en busca de seguridad, de orientación— pero mayormente para saber que él estaba allí.
Entonces, rápidamente, me hallé en el lugar de mi padre. Y quería estar al alcance de mis hijos —no sólo como un nombre en sus certificados de nacimiento, sino como una presencia fuerte, afectuosa y amorosa en sus vidas.
Usted ve, el padre ocupa un lugar en el corazón de su hijo que nadie puede llenar. Por lo tanto, a todos los hombres que tienen la bendición de llamarse padres: Yo les insto a que estén al lado de los pequeñitos que hay en sus vidas y que les llaman «Papá».
Escrito por: Dr. James Dobson
El corazón de Hogar.
Narrado por: Mario Palafox Martínez
