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Me imagino que usted puede recordar —al chico que podía hacer reír a todos en los momentos más inoportunos en la escuela—.
Era un reto para sus maestros, un bochorno para sus padres, y todo un deleite para cada niño que deseaba escapar del aburrimiento de la escuela. Y hay millones de ellos hoy en el trabajo. Estoy convencido de que la junta de educación le asigna por lo menos un payaso a cada aula para asegurarse de que cada maestro se gane bien hasta el último centavo de su salario.
Estos ingeniosos niños problemáticos por lo general son varones. A menudo tienen dificultad con la lectura u otros problemas académicos. Pueden ser de baja estatura, aunque no siempre, y harían cualquier cosa para hacer reír a los demás. Sus padres y sus maestros quizá no reconocen que detrás del comportamiento alborotador a menudo está el dolor de un sentimiento de inferioridad.
Como puede ver, el humor es una reacción típica a la baja autoestima. Por eso, dentro de muchos cómicos famosos se halla el recuerdo del sufrimiento que tuvo un niño o niña. Los padres de Jonathan Winters se divorciaron cuando él tenía siete años, y él dijo que solía llorar cuando se hallaba solo porque otros niños le echaban en cara el no tener padre. Joan Rivers frecuentemente hace bromas de lo fea que era cuando niña. Dice que ella se parecía tanto a un perro que su padre tuvo que lanzar a rodar un hueso por el pasillo de la iglesia para lograr que ella se casara. Y cosas por el estilo.
Estos y otros comediantes recibieron su entrenamiento durante su niñez, empleando el humor como defensa contra sus sufrimientos de entonces. Eso mismo inspira al payaso del aula. Al hacer una broma enorme de todo, oculta la duda de sí mismo que le consume por dentro.
Entender eso nos debe ayudar a suplir sus necesidades y tratar con él más eficazmente.