Lugar: Alemania
Palabra de Dios: Job 38:36
Si hubieras vivido en Alemania a comienzos del siglo XX, habrías oído hablar de Hans, el inteligente, un caballo que podía contar. No solo podía contar, sino también resolver problemas matemáticos. Supón que alguien le preguntaba: «¿Cuánto es tres más cuatro? El caballo Hans golpearía su pata derecha siete veces, y terminaría con un golpe final de su pata izquierda, para señalar que había terminado. Si le hubieses pedido a Hans que restara tres a siete, el caballo golpearía su pata derecha cuatro veces, y luego daría un golpe con su pata izquierda nuevamente.
La gente acudía de cerca y de lejos para ver al caballo, y se iban asombrados. El caballo podía sumar, restar, multiplicar y dividir.
Pero, algunos años más tarde, el científico Oskar Pfungst hizo un estudio sobre Hans, el inteligente. Notó que el caballo golpeaba su pata cuando su dueño inclinaba la cabeza para mirar el casco del caballo. Cuando el caballo daba la respuesta correcta, su dueño, disimuladamente, se enderezaba y el caballo dejaba de golpear el suelo. El caballo había aprendido a buscar señales. Hans era inteligente para ser caballo, pero no era un genio matemático; de hecho, no podía resolver ni siquiera problemas matemáticos sencillos.
Un caballo, simplemente, no tiene la capacidad de sumar, restar, multiplicar y dividir, como tenemos nosotros. Un caballo tampoco puede resolver problemas de la manera en que nosotros podemos hacerlo. Dios podría haber creado a los seres humanos como animales o robots pero, en lugar de ello, nos dio una mente para que pensemos por nosotros mismos. En el libro de Job, Dios hace una pregunta: «¿Quién puso la sabiduría en el corazón? ¿O quién dio al espíritu inteligencia?»
Hagamos de esta nuestra oración hoy: Gracias, Dios, por darnos un cerebro maravilloso. Y, por favor, ayúdanos a usarlo sabiamente.
Tomado de: Meditaciones Matinales para Menores 2013
“En algún lugar del mundo”