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Matinal Para Damas 2013

Si trabajas para Dios, no importa quién sea tu jefe

 

¿Has visto a alguien diligente en su trabajo? Se codeará con reyes, y nunca será un Don Nadie. Proverbios 22: 29

Desde que los seres humanos dimos la espalda a Dios, nos hemos visto sometidos a diversos tipos de yugos que nos imponen otras personas. Ya sea que se nos llame sirvientes, obreros o empleados, todos estamos sujetos a la autoridad de un superior o de un jefe. A nuestra naturaleza pecaminosa no le gusta el concepto de autoridad porque rechaza todo lo que suene similar a sometimiento y obediencia.

Sin embargo, a Dios le agrada que tengamos la actitud adecuada ante nuestros superiores, a los que debemos lealtad, respeto y obediencia. La propia Biblia lo dice: «Esclavos, obedezcan a sus amos terrenales con respeto y temor, y con integridad de corazón, como a Cristo. No lo hagan solo cuando los estén mirando, como los que quieren ganarse el favor humano, sino como esclavos de Cristo, haciendo de todo corazón la voluntad de Dios» (Efe. 6: 5-6).

Estar sujetos a la autoridad de nuestros jefes o empleadores con humildad y buen espíritu es una actitud que adorna el carácter de los hijos de Dios, sin importar quiénes sean ni cómo sean. Seremos servidores responsables y honestos, independientemente del salario que tengamos. Reconoceremos en todo momento y circunstancia que el trabajo es una bendición de Dios y nos dará alegría realizarlo. Sabemos que tras todo esfuerzo vendrá la recompensa: «Lo que ganes con tus manos, eso comerás; gozarás de dicha y prosperidad» (Sal. 128: 2).

Amiga, si en este momento te encuentras a punto de salir a tu lugar de trabajo, deseo invitarte a generar en tu interior una buena disposición de ánimo, y lo conseguirás si piensas que tu jefe supremo es Cristo Jesús. Cuando pienses así, tu jornada diaria será placentera y también será el medio más eficaz para llegar a la cúspide de la autorrealización, porque «el de manos diligentes gobernará; pero el perezoso será subyugado» (Prov. 12: 24).

No repares en esfuerzos. Sé confiable y diligente; busca siempre poner un sello de calidad a todo lo que hagas, pues «las manos ociosas conducen a la pobreza; las manos hábiles atraen riquezas» (Prov. 10: 4).

Tomado de: Meditaciones Matinales para Damas 2013
“Aliento para cada día”
Por: Erna Alvarado

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